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Finalmente había llegado el día. Halloween. Mi oportunidad de utilizar toda la magia negra que el Daemon Ritus podía ofrecer. La mejor parte era que, ahora, Shaggy y Scooby no tenían ninguna ventaja. Cada persona en el pueblo estaba bajo mi control, incluso si seguían con su vida normal. Sabían cuándo sonreír, cuándo trabajar y hasta cómo disimular cualquier atisbo de cambio. Yo lo controlaba todo, y esa era la clave para asegurarme de que el plan se ejecutara a la perfección.

Mi equipo, mis "aliados", habían convencido a Shaggy y Scooby de venir al pueblo para disfrutar del festival de Halloween. Lo único que necesitaban era un poco de comida para atraparlos, y todo estaba en marcha. Claro, cada uno de ellos recibiría una sorpresa especial; ya tenía algo preparado para cada uno. Y el primero en mi lista era Shaggy.

Llevaba semanas trabajando en esto. Mary Jane, su novia, ahora era mía. Había hecho un poco de esfuerzo en traerla aquí, fingiendo una invitación a una conferencia falsa sobre el ambiente. Y al final, fue bastante fácil tomar control de ella.

Observé desde los ojos de Mary Jane mientras la camioneta de Mystery Inc. llegaba a la entrada del pueblo. Las calles estaban decoradas con calabazas y luces parpadeantes, y los habitantes, con sus sonrisas vacías y miradas ausentes, acomodaban los últimos detalles.

La camioneta se detuvo en el centro, y vi a cada uno de ellos bajar uno a uno. Fred, Vilma, y Daphne. Era gracioso, porque ellos ya eran parte de mí. Aún no lo sabían, pero yo controlaba sus almas. Solo quedaba un miembro más.

Aproveché el momento para acercarme. Shaggy sonrió como un tonto y me abrazó.

—¿Te divertiste en la conferencia? —le preguntó, como si fuera el Shaggy despreocupado de siempre.

—Claro que sí —respondí con la voz dulce de Mary Jane—. Pero preferí quedarme hasta que volvieras. No tenía sentido gastar dinero en pasaje cuando podía esperarte.

Shaggy sonrió aún más, y noté que Fred, Vilma, y Daphne estaban observándonos. Sabía que estaban en mi poder, aunque a simple vista nadie podía notarlo.

Pero entonces lo vi. El último. Y algo dentro de mí se agitó. Ahí estaba Scooby, bajando de la camioneta con su típica mirada de desconfianza, observando cada rincón como si intuyera que algo andaba mal. Era tan absurdo, tan perfecto... pero, aun así, la visión me llenó de una extraña emoción.

Dentro de mí, resonó una voz susurrante, casi involuntaria: *"Hola, tío Scooby"*.

VolveréWhere stories live. Discover now