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Sabía cómo atraer a Shaggy y Scooby esta vez. No me preocupaba demasiado cómo reaccionarían; ya me había asegurado de que Fred y Vilma, bajo mi control, los convencieran de asistir. Pero, siendo honesto, esa no era la verdadera razón de mi emoción. Esta vez, lo que realmente me interesaba era una pequeña parte de la leyenda del Daemon Ritus que hasta ahora no había estudiado en profundidad.

De acuerdo con los antiguos escritos, si hacía este ritual de forma correcta, no solo aumentaría mis poderes, sino que adquiriría una habilidad que, en su momento, habría obtenido la primera vez que me transformé... si hubiera absorbido a Scooby. La oportunidad que tanto había anhelado, estaba más cerca de ser una realidad de lo que jamás hubiera imaginado.

Me encontraba en un laboratorio improvisado, rodeado de tubos de ensayo y compuestos extraños. Cada elemento debía combinarse con precisión. Los líquidos se fusionaban, y finalmente, una mezcla espesa y brillante de color verde comenzaba a formarse. Su resplandor era hipnótico, una energía que, solo con verla, me hacía sentir que estaba en el camino correcto.

—Listo. Es hora —murmuré, con una sonrisa de satisfacción.

Tomé una jeringa y la llené con el líquido verde resplandeciente. Con un ligero pinchazo, inyecté la sustancia en mi cuerpo. Al momento en que el líquido comenzaba a correr por mis venas, una sensación indescriptible me invadió. Era como si cada rincón de mi ser estuviera conectado a una fuente de energía nueva, un poder que, aunque sutil, palpitaba intensamente desde lo más profundo de mi ser.

Me miré al espejo, esperando algún cambio físico, pero no hubo nada. A simple vista, parecía igual. Pero sabía que las cosas habían cambiado por dentro. Algo en mí estaba diferente, una fuerza latente que solo necesitaba el momento adecuado para desplegarse.

—Ahora sí, Tío Scooby... esta vez, serás mío —dije, con una confianza renovada.

VolveréWhere stories live. Discover now