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Zarkos estaba sentado en el vestidor, su rostro torcido por la rabia mientras se quitaba las vendas de las muñecas. Lo había notado desde el principio, esa molestia creciente cada vez que lo llamaba *damisela* a través de Titan, pero esta vez parecía haber llegado a su límite. Se levantó bruscamente, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse, y avanzó hacia Titan, con el enojo ardiendo en sus ojos.

—No soporto ese maldito insulto —gruñó, su voz apenas un susurro, pero cargada de furia contenida.

Sentí una sonrisa de satisfacción estirarse en mi interior. Todo estaba saliendo como lo había planeado. A través de los ojos de Titan, lo miré con aparente desconcierto, fingiendo no entender la profundidad de su reacción.

—¿Qué pasa? —pregunté, usando la voz tranquila y despreocupada de Titan.

Zarkos se detuvo por un segundo, pero no por mucho. Parecía como si escuchar esa pregunta hubiera removido algo profundo en su interior, algo que prefería mantener enterrado. Sin aviso, me golpeó con fuerza en el pecho, empujando a Titan contra los lockers metálicos con un estruendo. El eco resonó en el vestuario, y Zarkos me miró, respirando con dificultad, su furia visible.

—¿Quién te dijo eso? —me gritó, su mano temblando mientras me sostenía contra los lockers.

Me mantuve calmado. O al menos, Titan lo hizo. Bajo sus labios, respondí con un aire de confusión controlada:

—¿Quién me dijo qué?

Los ojos de Zarkos se llenaron de algo más que ira, algo parecido al miedo, pero aún estaba demasiado enfadado para admitirlo. Apretó los dientes antes de decir, con una mezcla de furia y angustia:

—*Damisela.* Nadie me había llamado así desde...

La curiosidad falsa de Titan se mezcló con mi propia satisfacción. Esto era lo que quería, que Zarkos perdiera el control, que el nombre le abriera viejas heridas.

—¿Desde qué...? —respondí, empujando un poco más.

Zarkos se quedó en silencio por un momento, confundido, sus manos soltando lentamente el agarre que tenía sobre mí. La tensión en su cuerpo aflojó, pero su mirada seguía clavada en los ojos de Titan, como si estuviera tratando de descifrar un misterio que no podía entender. 

Finalmente, dio un paso atrás, respirando hondo.

Titan se frotó el pecho, haciendo como si el golpe le hubiera dolido de verdad. Y entonces, sin perder la oportunidad de hacer una última burla, lo miré directamente y dije con una sonrisa:

—No seas un mal perdedor. No querrás que la próxima vez te venza mi poder perruno.

El rostro de Zarkos se congeló. Por un momento, vi miedo en sus ojos, un destello de reconocimiento. Pero lo ocultó rápidamente, volviendo a su compostura habitual. Se apartó sin decir una palabra más, saliendo del vestuario con pasos apresurados.

**Perfecto**.

VolveréWhere stories live. Discover now