"HASTA LA ÚLTIMA GOTA"

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—¿Cómo está Elías? —preguntó Matteo con voz suave mientras se tumbaba junto a Alexander.

Alexander suspiró, manteniendo su vista en el techo.

—Está bien —respondió al fin, con una voz que trató de sonar convincente—. Solo necesita descansar un poco.

Matteo frunció el ceño.

—Pero... se veía muy mal. Y Valeria gritaba... —su voz temblando ligeramente—. No parecía que solo estuviera cansado.

Alexander cerró los ojos por un momento, luchando por mantener la compostura.

—Es que Valeria siempre se preocupa demasiado —forzando una sonrisa mientras giraba su cabeza hacia Matteo—. Ya conoces a Valeria, ¿verdad? A veces hace una tormenta en un vaso de agua.

Matteo se mordió el labio, claramente dudando, pero decidió no seguir cuestionando. Se acercó más a Alexander, acurrucándose a su lado.

—Yo... solo quiero que esté bien.

Alexander sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Extendió un brazo y rodeó a Matteo, acercándolo más a él.

—Lo estará —dijo con la voz más firme que pudo reunir—. Te prometo que estará bien.

El lo miró con ojos grandes y confiados, como si quisiera creer cada palabra que Alexander decía. Se quedó en silencio por un momento antes de murmurar:

—Te creo.

Alexander acarició el cabello de Matteo, sintiendo su propia resolución tambalearse. Quería creer en sus propias palabras, quería mantener la esperanza, pero la realidad lo golpeaba como una ola fría. Matteo cerró los ojos, aparentemente satisfecho con la respuesta, aunque Alexander sabía que las dudas persistían en su mente.

—¿Sabes? —Matteo abrió los ojos de nuevo, como si estuviera buscando algo de alivio—. Me gusta ver la lluvia. Me hace sentir que todo está un poco más... normal.

Alexander asintió, aunque su corazón estaba lejos de sentirse en paz.

—Sí... —murmuró—. A veces la lluvia trae calma.

Matteo se quedó en silencio después de eso, acurrucándose más cerca, mientras Alexander permanecía despierto, mirando hacia la ventana donde las gotas seguían cayendo con un ritmo monótono.

Noah estaba inclinado sobre la radio, girando perillas y ajustando cables. Los sonidos estáticos y las voces distantes llenaban el aire mientras intentaba, una vez más, conectar con alguna frecuencia extranjera. Llevaba horas en la misma rutina, sin resultados. Los ojos le pesaban, pero no podía rendirse.

De repente, una señal clara emergió entre el ruido.

—¡Espera! —murmuró para sí mismo, enderezándose de golpe y enfocándose en el sonido—. Eso es...

Una voz de adolescente, temblorosa y urgente, comenzó a salir de los altavoces.

—S.O.S... aquí... laboratorio... necesito ayuda —dijo la voz, entrecortada por interferencias—. Si alguien escucha esto, por favor... necesitamos ayuda para desarrollar la última etapa de la cura.

Noah parpadeó, su corazón acelerándose. Giró otra perilla para afinar la señal, sus dedos temblando ligeramente. La voz era clara, pero lo que decía lo puso en alerta.

—¡Una cura! —susurró, inclinándose más cerca de la radio—. ¿Dónde estás?

La voz continuó, más asustada.

—Este mensaje es para cualquier gobierno que lo reciba... estoy en un laboratorio en las afueras, intentamos contactar con los Estados Unidos, pero... algo está interfiriendo con la señal. ¡Por favor, si alguien escucha esto, estamos rodeados de caminantes! Hay gente herida... y estamos tan cerca de encontrar una cura.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora