"COMO DUELE EL CORAZÓN"

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A la mañana siguiente, el ambiente en el campamento estaba tenso. Elías se encontraba sentado a la sombra de un árbol, con la mirada perdida en el suelo. Sabía lo que venía. Alexander se acercó a él, su rostro endurecido por la ira y la preocupación. No dijo nada al principio, solo se paró frente a él con los brazos cruzados.

—¿Vas a decir algo o vas a seguir en silencio? —comenzó Alexander, su voz cargada de rabia contenida.

Elías mantuvo la cabeza baja, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—¡Tenías UNA sola responsabilidad! —Alexander alzó la voz, su paciencia ya agotada—. ¡Cuidar a Matteo! ¡Eso es todo lo que tenías que hacer! Y lo que hiciste fue casi matarlo y matarte a ti.

Elías respiró hondo, pero no dijo nada.

—¡No entiendo qué te pasó anoche! ¡No era difícil! ¡Sólo tenías que protegerlo, Elías! —Alexander continuó, su voz quebrándose ligeramente, no solo por el enojo, sino también por el miedo—. ¡Y en vez de eso, casi lo pones en las manos de esa criatura!

Elías se estremeció, pero aún no dijo nada.

—¿Sabes lo que habría pasado si yo no hubiera llegado a tiempo? —Alexander lo miró, exigiendo una respuesta que no llegó—. ¡Matteo estaría muerto! ¡Y sería culpa tuya! ¡Esa enfermedad tuya me va a matar a mi primero!.

El silencio de Elías solo enfureció más a Alexander, quien lo miraba con los ojos llenos de frustración.

—No te estoy pidiendo que seas un héroe, solo que hagas lo que prometiste. ¡Y no puedes ni con eso! —Alexander caminó de un lado a otro, claramente agitado—. Me dijiste que lo cuidarías, que no le pasaría nada mientras estuvieras con él. ¿Y qué hiciste? Dejarte llevar por... ¡por eso que tienes en la cabeza!

Elías cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido, pero las palabras no salían.

—¡Mírame! —exigió Alexander, y cuando Elías finalmente levantó la vista, lo encontró con los ojos llenos de lágrimas de rabia—. ¡Te necesitábamos! ¡Matteo te necesitaba! ¡Y lo único que hiciste fue fallarnos!

Elías sintió cómo su estómago se revolvía de culpa, en su nuca, la vena se inquietaba, queriendo salir.

—No puedo hacer esto solo, ¿entiendes? —Alexander bajó la voz, pero la seriedad en su tono era aplastante—. No puedo cuidar de ti y de Matteo al mismo tiempo. Necesito que te concentres, que estés presente, no que te pierdas en... en lo que sea que esté pasando contigo.

Elías tragó saliva, pero seguía sin encontrar palabras.

—No puedo confiar en ti si sigues así. —Alexander sacudió la cabeza, decepcionado—. Y si no puedo confiar en ti, ¿cómo vamos a seguir adelante?.

Alexander continuaba hablando, su voz ahora más baja, pero mucho más severa.

—Y no es solo eso, Elías... —dijo con un tono más frío—. Esa vena... la vi anoche. Está volviendo. El virus sigue en ti. Ya lo sabíamos, pero... pensábamos que lo teníamos controlado. ¿Qué pasa si vuelve a avanzar? ¿Qué pasa si pierdes el control por completo?

Elías lo miró con ojos llenos de miedo, consciente de lo que estaba insinuando.

—No puedo permitir que pase algo como eso, no otra vez. —Alexander respiró profundamente, claramente luchando por mantener la calma—. Te lo dije antes, ese virus... no lo curamos, solo lo detuvimos un tiempo. Y si no puedes controlarlo, si ni siquiera puedes usar tu habilidad para protegernos... entonces, ¿qué vamos a hacer?

Eli bajó la mirada, sintiéndose impotente y pequeño ante las palabras de Alexander.

—Mírame —ordenó Alex, apuntando hacia la orilla del lago, donde un cadáver tambaleante se movía cerca del agua—. ¡Levántalo! Hazlo moverse.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora