"LUCHAR POR AMOR III"

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El sonido del agua fluyendo por el río creaba un eco relajante que contrastaba con el caos de los últimos días. Las suaves corrientes reflejaban los rayos del sol, mientras una ligera brisa acariciaba el aire fresco del mediodía. Valeria, con Matteo sentado sobre sus hombros, avanzaba por el río con risas suaves y despreocupadas.

Matteo, animado, chapoteaba el agua con sus manos mientras reía, su risa reverberando por el valle. Valeria sostenía con firmeza las piernas del niño, asegurándose de que no se resbalara.

—¡Cuidado de no caerte! —gritó ella, sujetándolo con fuerza.

Charlotte, por su parte, estaba recostada en la orilla del río junto a Jyavanna, dejando que el agua fría les cubriera las piernas. Estaba en silencio, solo disfrutando de la calma, algo que había escaseado desde que dejaron la ciudad. Jyavanna, su perro fiel, descansaba a su lado, atento pero relajado.

Elias, mientras tanto, permanecía más alejado, cerca de la arbolera, con la vista fija en su traje mientras intentaba, sin éxito, establecer algún tipo de mapa o señal que los guiara. Los escombros, el polvo en suspensión y los cambios magnéticos habían hecho que su tecnología quedara obsoleta en varias zonas, y aunque seguía intentando, cada vez más parecía inútil. Soltó un suspiro frustrado y dejó el casco a un lado.

Miró hacia el río, observando cómo Valeria se reía y Matteo seguía jugando, pero su mente estaba en otro lugar, más profundo, más inquietante. Su vientre, ahora más prominente, le preocupaba. Desde la noche anterior, algo no se sentía bien. Sus bebés no se habían movido en dias.

Cerró los ojos por un momento y, con una mano temblorosa, acarició su vientre. Las yemas de sus dedos recorrieron la superficie, intentando encontrar alguna señal de vida. A pesar de las circunstancias, la luna iluminaba suavemente su cuerpo, haciendo que las lágrimas en sus mejillas brillaran en la penumbra.

—Por favor…

Esperó, aguantando la respiración, como si la respuesta viniera de algún lugar profundo dentro de él, pero no hubo nada. Ningún movimiento. El silencio era más fuerte que nunca.

—Por favor… —volvió a suplicar, con la mano aún posada en su vientre.

Elías tragó saliva, sintiendo cómo el miedo comenzaba a ahogarlo. Quería que Alexander estuviera allí, que le dijera que todo iba a estar bien, que sintiera esa seguridad que solo él sabía darle. Pero el vacío de su ausencia se hacía cada vez más insoportable.

—Alexander... —susurró, sus lágrimas cayendo al suelo, mezclándose con el agua del río—. Por favor, vuelve. Necesito que estés aquí. Necesito que nos salves… como siempre lo haces.

Valeria, aún con Matteo sobre sus hombros, notó el silencio y miró hacia la orilla. Sabía que algo estaba mal con Elías. Lentamente, caminó hacia él, su rostro ahora más serio. Charlotte también levantó la vista.

—¿Estás bien? —preguntó, suavemente, mientras se agachaba a su lado, aún con Matteo a cuestas.

Elías no respondió al principio. Solo apretó su vientre con ambas manos, su mirada perdida en el agua.

—No se han movido...

Valeria frunció el ceño, preocupada.

—¿Desde cuándo?.

—Desde hace varios dias... —murmuró Elías, mirando a Valeria con los ojos llenos de lágrimas—. Siempre se mueven... siempre.

Valeria no supo qué decir de inmediato.

—Lo están. —dijo con convicción —. Ellos están bien. Solo necesitan que tú también lo estés.

Elías asintió, aunque la duda seguía oprimiendo su pecho. Miró al cielo, donde las nubes comenzaban a tapar el sol, y sintió que el peso del mundo recaía sobre él una vez más.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora