"CARA A CARA"

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La noche en el bosque era densa, una cortina oscura de ramas retorcidas y follaje que apenas dejaba pasar la luz de las estrellas. El sonido de los pasos apresurados de Elías, Matteo y Blanquin rompía el silencio, acompañado por los jadeos tensos de aquellos que corrían por sus vidas. Elias sujetaba con fuerza la mano de Matteo mientras el mutante corría a su lado.

Por detrás, los ecos distantes de la batalla resonaban. Alexander, Max, Bob y el resto del equipo estaban luchando contra la Orden del Diamante. Elías sabía que debía confiar en ellos, pero el temor lo carcomía por dentro. Si algo le pasaba a Alexander...

-¿Papá, vamos a estar bien? —preguntó Matteo con la voz temblorosa.

Elías, con una mano en su vientre para asegurarse de que sus bebés estaban bien, se detuvo por un segundo, agachándose para mirar a Matteo a los ojos.

-Claro que sí, pequeño le dijo con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora-. Solo tenemos que encontrar a Zara y su manada. Ellos nos ayudarán a llegar a un lugar seguro.

El viento frío agitaba los árboles, y los sonidos distantes de disparos y explosiones seguían presentes, lo que hacía que la tensión en el aire fuera casi insoportable. A lo lejos, a través de los claros del bosque, los caminantes se tambaleaban, atraídos por el ruido de la pelea.

-Blanquin, mantente cerca -ordenó Elías al mutante, que trotaba a su lado con la lengua fuera

Matteo no dijo nada más, pero sus ojos estaban llenos de preguntas. Estaba claro que comprendía más de lo que cualquier niño de su edad debería. Elías deseaba poder darle más seguridad, pero ahora solo podían seguir adelante, en busca de la única esperanza que tenían: Zara y sus lobos carroñeros, que se movían por este bosque como fantasmas.

Justo cuando comenzaron a bajar una pequeña colina, una explosión sacudió el aire a sus espaldas. Elías tropezó por el impacto, casi cayendo, pero logró mantenerse firme mientras veía cómo una columna de humo y fuego emergía del lugar donde los chicos luchaban.

-¡Alexander! -gritó involuntariamente.

Matteo lo miró alarmado, pero antes de que pudiera decir algo, Elías lo alzó en sus brazos y le hizo un gesto a Blanquin para avanzara. No había tiempo para parar.

-No podemos quedarnos aquí, tenemos que movernos más rápido —murmuró para sí mismo, su respiración ya pesada por el esfuerzo.

A cada paso que daban, el sonido del bosque se volvía más denso, como si los envolviera. A pesar del caos, algo en el ambiente parecía... vigilarlos. De pronto, Elías detuvo su carrera abruptamente. En el claro frente a ellos, una figura alta y majestuosa emergía de entre las sombras.

Zara.

Sus ojos brillaban con la intensidad de un cazador experto, y a su lado, tres lobos de pelaje oscuro y espeso estaban en posición de ataque. Elías suspiró de alivio, sabiendo que habían llegado al único lugar donde tal vez estarían seguros, al menos por un rato.

-Zara -dijo, con voz ronca-. Necesitamos tu ayuda.

La mujer asintió lentamente, pero antes de que pudiera hablar, un nuevo sonido invadió el bosque. El pesado zumbido de helicópteros sobrevolando sus cabezas y el crujido metálico de los drones acercándose.

-No tenemos tiempo -dijo Zara con urgencia-. ¡Nos están siguiendo!

Antes de que pudieran reaccionar, un grupo de soldados de la Orden del Diamante apareció entre los árboles, vistiendo las imponentes armaduras robóticas que los hacían parecer gigantes de metal. Eran rápidos, eficientes y brutales. Elías trató de retroceder, pero una de las figuras lo alcanzó con un brazo mecánico que lo sujetó por el cuello, levantándolo del suelo.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora