"FLOR AMARILLA"

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A la mañana siguiente, Elías se dirigió al comedor, siguiendo la rutina de cada día. A pesar de las tragedias y el caos del apocalipsis, algunas cosas se mantenían constantes, y el desayuno en el búnker era una de ellas. Mientras caminaba por los pasillos, notó el bullicio que venía del comedor. Sus amigos ya estaban ahí.

Al entrar, vio a Valeria, Charlotte y algunos otros sobrevivientes sentados en la mesa de siempre. El aire estaba tenso, como era de esperar en esos tiempos.

Elías se sentó junto a ellos, con su bandeja en la mano, suspirando.

—¿Y? —preguntó Valeria con una sonrisa maliciosa, levantando una ceja—. ¿Alexander durmió contigo anoche?

Elías levantó la vista con un gesto de sorpresa fingida, pero sabía que Valeria siempre estaba al tanto de todo.

—¿Por qué lo preguntas? —replicó, tratando de sonar despreocupado mientras tomaba un sorbo de café.

Valeria le dio un golpecito en el brazo, riendo.

—Pasé por su habitación anoche para pedirle un par de lápices, pero no estaba. Así que me imaginé que se había colado en la tuya.

Elías suspiró de nuevo, esta vez un poco más profundo.

—Sí, durmió conmigo —admitió—. Pero no te hagas ilusiones. No va a ser siempre.

Charlotte, que hasta ese momento había estado en silencio, intervino con una sonrisa amplia.

—¡Qué lindo sería que volvieran! —dijo, casi cantando las palabras mientras giraba la cabeza hacia Elías, como si esperara una confirmación.

Elías negó con la cabeza, su expresión seria.

—No puedo —respondió, cortante—. Las cosas no son tan simples.

Valeria, sin perder el ritmo, se inclinó un poco hacia él, con esa mirada inquisitiva que siempre tenía cuando quería sacar información.

—Vamos, Elías. No es como si fuera el fin del mundo... aunque bueno, en este caso sí lo es. Pero de verdad, ¿qué es lo que te frena?

—Tú siempre tan poética. Es complicado. Mucho ha pasado, y no es fácil simplemente... volver como si nada.

—¡Bah! —exclamó Charlotte, rodando los ojos—. Dicen que el amor lo puede todo. ¡Qué bonito sería verte feliz con Alexander! Tú lo amas, él te ama... ¿qué más quieres?

—¿Un apocalipsis zombi menos?.

—Venga, Elías —insistió Valeria—. No todos tenemos la suerte de tener a alguien que nos quiera tanto en medio de este caos. Deberías aprovecharlo.

Elías dejó su cuchara en la bandeja y los miró a todos con una mezcla de cansancio y resignación.

—No se trata de suerte —dijo—. Se trata de todo lo que ha pasado entre nosotros. De lo que él hizo... y de lo que yo no puedo olvidar.

Valeria lo observó en silencio por un momento antes de asentir.

—Lo entiendo, Elías. Pero... no puedes vivir así para siempre. Eventualmente, vas a tener que decidir qué hacer con eso.

Charlotte se inclinó hacia Elías con una sonrisa cómplice.

—O puedes no decidir y seguir disfrutando de esas "noches frías" que pasan juntos —bromeó, guiñándole un ojo.

Elías negó con la cabeza, sonriendo levemente a pesar de sí mismo.

—Eres imposible, Charlotte.

—Y tú estás negando lo obvio —replicó ella, sonriendo con una satisfacción evidente—. Lo sé, soy buena en esto.

Valeria asintió, uniéndose a la broma.

—Ya sabes, Elías. Alexander no va a esperar para siempre. Y tú tampoco deberías. ¿O sí?

Elías soltó un suspiro, pero había una pequeña sonrisa en sus labios. A pesar de todo, apreciaba que sus amigos intentaran animarlo, incluso si su situación con Alexander era mucho más complicada de lo que ellos pensaban.

—Vamos, Valeria —respondió—, de todas las cosas que pasan a diario en este lugar, ¿tú tienes tiempo de preocuparte por mi vida amorosa?

Valeria sonrió, encogiéndose de hombros.

—Bueno, alguien tiene que hacerlo, ¿no? Y no voy a dejar que la única historia de amor que tenemos aquí se vaya al traste sin luchar.

—Sí, claro —murmuró, pero no pudo evitar reírse ligeramente.

—Por cierto, mañana Arianna hará una fiesta en el búnker —comentó Valeria, riendo—. Diez meses de supervivencia, quién lo diría.

—No sé si iré —respondió Elías, suspirando—. La última fiesta en la que estuve... bueno, maté a todos.

Valeria escupió el té entre carcajadas.

—¡Es verdad! No sé si reírme o preocuparme.

En ese momento, Alexander se acercó y se sentó a la mesa. Valeria lo miró con una sonrisa curiosa.

—Alexander, cuéntame —le dijo con picardía—, ¿anoche pudieron hacer el nuevo bebé?

—Nah, imposible —bromeó Alexander—. Cristian estaba con nosotros. No es precisamente el mejor ambiente para eso.

Elías golpeó su taza con fuerza contra la mesa y se levantó bruscamente, visiblemente molesto, para luego salir del comedor.

—¡Oh, oh! Creo que se nos ha enojado Romeo —se burló Valeria, entre risas.

—Creo que no le dio gracia —respondió Alexander, suspirando.

Elías pasó su tarjeta por la compuerta del búnker, y con el permiso de los guardias, salió al exterior. Caminó varios kilómetros hasta llegar a la tumba de Mateo, un lugar apartado y casi olvidado por todos, excepto por él. Se recostó sobre la tierra, mirando el cielo gris que cubría el paisaje. Con delicadeza, tomó una pequeña flor amarilla que había crecido sobre la tumba.

—Hola, Mateo... —susurró —. Hace mucho que no vengo. Perdóname por eso.

Se quedó en silencio por un momento, acariciando el suelo con suavidad.

—Desde que te fuiste... ha sido difícil. A veces no sé cómo seguir. Siento que todos los días son una batalla, y no siempre la gano.

Un suspiro profundo escapó de sus labios, y su voz se quebró ligeramente.

—Alexander... ha sido complicado con él. Quiero estar a su lado, pero al mismo tiempo... no puedo olvidar lo que pasó —dijo, con una amarga sonrisa—. ¿Qué crees que debería hacer, Mateo? Ya sé, no puedes responder, pero me gusta pensar que estás aquí, escuchándome.





Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora