"¿MATTEO?"

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Elías estaba sentado en las gradas de la zona de deportes del búnker, con una taza de té caliente entre las manos. El aroma del té se mezclaba con el eco de los pasos y las risas de los que estaban en la cancha.

Observaba a Alexander, que jugaba baloncesto con la misma energía y pasión de siempre. Elías no podía evitar fijarse en la forma en que los músculos de Alexander se tensaban con cada salto, cómo su camiseta se pegaba a su piel sudada y cómo sonreía después de cada lanzamiento.

Era una imagen que despertaba algo en Elías, algo que había estado intentando suprimir durante demasiado tiempo. Ver a Alexander así, con su cuerpo en movimiento y esa sonrisa que lo había cautivado desde el principio, le traía recuerdos de los días en los que apenas se conocían, cuando sus sentimientos apenas comenzaban a surgir, antes de que todo se complicara. Pero ahora, esos sentimientos estaban mezclados con algo más: con la culpa, con el dolor. Había algo dentro de él que no podía dejar de lado. Tal vez Alexander merecía ese castigo. Tal vez todo lo que sentía debía quedarse enterrado, porque después de lo que sucedió, no había espacio para el perdón. O tal vez...

Elías sacudió la cabeza, tratando de despejar sus pensamientos. No debía pensar en eso.

-Elías. -La voz de Noah lo sacó de sus pensamientos. Se giró y vio a su amigo sentarse a su lado con una expresión seria y una computadora portátil en las manos.

-¿Qué pasa? -preguntó, sintiendo un nudo en el estómago.

-Necesitamos hablar.

Elías frunció el ceño, dejando la taza de té a un lado. Sabía que cuando Noah se ponía así de serio, era porque había algo importante, algo que no podía esperar. Pero después de todo lo que había pasado, no estaba seguro de poder soportar otra mala noticia.

-¿Qué encontraste?.

Noah respiró hondo antes de hablar, como si lo que iba a decir fuera difícil de digerir.

-Estaba revisando el sistema de calefacción del búnker, ya sabes, para asegurarme de que no tuviéramos ningún problema con la energía. Mientras hacía eso, logré acceder a las grabaciones de las cámaras de seguridad .

Elías sintió que su corazón latía más rápido.

-¿Y?.

Noah hizo una pausa, sus dedos tamborileando en el borde de la computadora.

-Hay algo raro en las grabaciones del día que entramos al búnker -dijo finalmente-. Todos fuimos llevados en camillas, uno por uno. Estábamos malheridos, y eso tiene sentido, pero. Matteo no aparece en ninguna grabación entrando al búnker.

-Eso no puede ser -respondió-. Matteo estaba con nosotros. Recuerdo que estaba herido, lo vimos morir... lo enterramos.

Noah asintió lentamente.

-Lo sé, es lo que todos recordamos. Pero, según las grabaciones, Matteo nunca entró. Nunca lo llevaron en una camilla. Y, sin embargo, lo vimos salir, cuando lo sepultamos. Es como si... nunca hubiera estado allí al principio.

Elías sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-Noah, esto no tiene sentido. Todos estábamos allí. Vimos a Matteo. Sabemos lo que le pasó.

Noah suspiró y cerró la computadora por un momento, mirando a Elías directamente a los ojos.

-Eso pensé yo también -dijo en voz baja-. Pero luego recordé algo. La noche que nos subieron al helicóptero... No estoy seguro de haber visto a Matteo subirse. Lo último que recuerdo es a ese mutante atacando, y después de eso, todo es borroso. Solo sé que me desmayé o algo me golpeó desde atrás. Cuando desperté, ya estábamos en el helicóptero, y Matteo no estaba.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora