"LUZ DE LA LUNA"

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El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, bañando los naranjales con una luz suave y dorada. El aire de la mañana estaba fresco, llenando los pulmones de Elias con una sensación de tranquilidad. Caminaba lentamente, de la mano con Matteo, quien iba dando pequeños saltitos a su lado, mirando todo a su alrededor con ojos curiosos.

Las hojas de los árboles se movían suavemente con la brisa, y el aroma a cítricos maduros se mezclaba con el rocío.

— Elías, ¿te gustan las naranjas? —preguntó Matteo, mientras señalaba uno de los árboles cercanos, lleno de frutos.

Elias sonrió, mirando hacia donde apuntaba Matteo.

— Me encantan —respondió con dulzura, dándole un suave apretón a su mano—. Pero creo que me gustan más cuando estoy contigo.

Matteo rió suavemente.

— Yo también te quiero  —dijo el niño, acercándose más a Elias y apretando su mano con fuerza—. ¿Crees que podremos recoger algunas naranjas para después?

— Claro que sí.

Matteo asintió vigorosamente, su emoción evidente en cada movimiento. Se soltó de la mano de Elias por un momento y corrió hacia uno de los árboles cercanos, estirando los brazos hacia una de las naranjas más bajas.

—¡Esta es perfecta! —dijo, señalando la fruta con una gran sonrisa.

Elias se acercó y le ayudó a recoger la naranja, colocando cuidadosamente el fruto en las manos de Matteo.

— Es perfecta, al igual que tú.

.

Seguían caminando entre los naranjales cuando un ruido de pasos apresurados rompió la calma de la mañana. Giraron hacia el sonido, y pronto vieron a Valeria y Charlotte aparecer entre los árboles, corriendo y riendo entre ellas.

— ¡Te gané por poco! —gritó Valeria con una sonrisa, mirando a Charlotte que jadeaba, intentando seguirle el ritmo.

— Solo porque tuviste suerte al final —respondió, también sonriendo, aunque claramente agotada—. Te estaba alcanzando.

Valeria frenó en seco al llegar frente a Elias y Matteo, doblándose un poco para recuperar el aliento.

— Te aseguro que fue una victoria legítima —insistió, respirando con dificultad, pero sin dejar de sonreír—. Justo en la última curva te quedaste atrás.

Charlotte bufó con diversión y se apoyó en un árbol cercano, sacudiéndose las manos para ventilarse.

Elias, con una ceja levantada y una sonrisa leve, las observaba desde su lugar, todavía sosteniendo la mano de Matteo.

— ¿Por qué tanta prisa? —preguntó —. ¿Acaso hay zombis persiguiéndolas o están haciendo alguna maratón secreta?

Valeria se enderezó y se secó el sudor de la frente, soltando una carcajada antes de responder.

— No, nada de eso. Es que… ¡las cocineras nos dieron permiso para hacer cookies! —dijo con entusiasmo, mirando a Charlotte, quien asintió con una sonrisa cómplice.

Matteo, que había estado observando la conversación con ojos curiosos, se soltó de la mano de Elias y corrió hacia Valeria.

— ¿Cookies? ¿Puedo ayudar?

Elias miró a Valeria con una expresión de incredulidad. No estaba seguro si la historia de las cookies era verdadera o solo una excusa para que ellas corrieran por el campo. Algo en su instinto le decía que había más detrás de esa historia.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora