"DESPERTAR CONTIGO"

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La luz de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas del cuarto, bañando el espacio en un cálido resplandor. Elias despertó despacio, con los ojos apenas entreabiertos, sintiendo el calor del cuerpo de Alexander bajo él. Estaba recostado sobre su pecho.

Se movió ligeramente, estirando su cuerpo con pereza. Fue en ese momento cuando notó las manos de Alexander, firmes, descansando justo por debajo de su cintura. El toque, aunque relajado, mantenía esa cercanía que tanto disfrutaban, una intimidad que iba más allá de las palabras. Elias sonrió para sí mismo, sus dedos trazando círculos perezosos en el pecho de Alexander, sintiendo la piel bajo sus yemas. Se sentía algo mareado, su cuerpo aún cargado con los efectos de la falta de sueño, pero decidió ignorarlo por el momento. No habían dormido nada en toda la noche, pero no le importaba en lo absoluto.

- Buenos días -susurró con voz ronca, inclinando la cabeza para dejar un beso suave sobre el cuello de Alexander.

Alexander, aún con los ojos cerrados, dejó escapar una leve risa, su pecho vibrando bajo el cuerpo de Elias.

- ¿Buenos días? -respondió con una sonrisa -. No sé si se puede llamar 'buenos' cuando no hemos dormido nada.

Elias sonrió, moviéndose ligeramente sobre Alexander, sintiendo cómo su cuerpo se ajustaba naturalmente al suyo. Todavía sentía esa electricidad recorriendo su piel, el resplandor de una noche que volvieron a repetir.

- Yo aún tengo energía -subiendo un poco su mano por el pecho de Alexander, dibujando corazones invisibles.

Alexander abrió los ojos, mirándolo con una mezcla de ternura y diversión. Sus labios se curvaron en una sonrisa perezosa mientras dejaba que una de sus manos bajara un poco más por las piernas de su novio.

- No me sorprende -dijo -. Pero, ¿y los bebés? Ellos tampoco durmieron nada.

Elias rió suavemente, inclinándose un poco más para besar a Alexander, dejando que sus labios rozaran su piel de forma lenta y deliberada.

- Ellos pueden dormir todo el día si quieren -murmuró -. Nosotros no tenemos por qué hacerlo.

Alexander soltó una risa suave, su cuerpo relajándose más bajo el peso de Elias, aunque sus manos seguían en ese lugar. Elias podía sentir cómo los dedos de Alexander se movían ligeramente, acariciando su espalda.

- Eres incansable -dijo Alexander en un susurro -. No sé de dónde sacas tanta energía después de lo de anoche.

Elias levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

-Quizás es porque tengo algo por lo que seguir despierto.

- No me quejo, ¿sabes? -murmuró, su voz ronca y baja mientras sus dedos seguían explorando la piel de Elias-. Pero si seguimos así, me temo que los dos vamos a colapsar antes del mediodía.

Elias rió nuevamente, esta vez más bajo, inclinando su cabeza para dejar pequeños besos en el pecho de Alexander.

- Entonces tendremos que aprovechar cada segundo, ¿no?.

- Supongo que no tengo otra opción -dijo con una sonrisa, su mano subiendo lentamente por Elias -. Te extraño cada vez que cierro los ojos, así que no estoy dispuesto a dejarte ir, al menos no ahora.

-Entonces, quédate conmigo. Todo el día, toda la vida.

Alexander solo sonrió, sus brazos envolviendo a Elias con fuerza.

-Siempre.

La mañana podía esperar.

Elias bajó las escaleras con rapidez, casi tropezando en su prisa por llegar al primer piso. Sentía un impulso inexplicable en su estómago, algo que lo impulsaba a moverse más rápido de lo normal. Cuando llegó al gran comedor, vio cómo las mochilas y el equipo estaban desparramados por la mesa larga. Todo estaba tal como lo habían dejado la noche anterior, excepto que Max y Bob no estaban por ningún lado. Parecía que se habían despertado mucho más temprano y habían decidido explorar la ciudad abandonada que los rodeaba.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora