"AMOR EN ITALIANO"

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Elías, Alexander, y Matteo corrían por las calles de la ciudad desolada. Los edificios en ruinas a su alrededor eran un triste recordatorio de lo que el mundo había sido antes de que todo se derrumbara. Habían pasado cuatro días desde que Elías había despertado completamente, y aunque físicamente estaba mejor, aún llevaba consigo las marcas de lo que había vivido.

Matteo, a su lado, parecía estar en su propio mundo, saltando de un lado a otro con su arco. De vez en cuando, lanzaba una flecha con precisión sorprendente, acertando a algún caminante que se arrastraba sin rumbo. Reía cada vez que un zombie caía al suelo, demostrando su destreza.

—¡Alexander, mira! —exclamó con entusiasmo después de derribar a uno de los caminantes—. ¡Le di justo en el centro!

Alexander sonrió levemente, aunque su mente estaba enfocada en la situación. No podía permitirse bajar la guardia. Estaban cerca del taller de motos, uno de los pocos lugares que creían podría tener algo útil.

Finalmente, llegaron al taller, una estructura cubierta de óxido y escombros. Alexander se acercó con cuidado y, con un suave empujón, logró abrir la reja metálica que cubría la entrada. El portón se abrió con un sonido chirriante, como si nadie lo hubiera tocado en años.

—Esto no me da buena espina... —murmuró mientras daba un paso hacia atrás, sintiendo el escalofrío que recorrió su cuerpo.

Dentro del taller, la escena era dantesca. Caminantes llenaban el lugar, deambulando entre las motos viejas y los cuerpos en descomposición. El sonido de sus jadeos y sus pasos arrastrados creaba una sinfonía macabra.

Alexander y Matteo retrocedieron instintivamente, buscando refugio detrás de Elías, que se mantenía firme en su lugar. Sabían que los caminantes no lo detectarían, no después de lo que había pasado con él. Para ellos, Elías era otro de su especie, un muerto que caminaba entre los muertos.

—No hay forma de que podamos con tantos... —murmuró Alexander, apretando los puños mientras intentaba pensar en una solución.

Matteo, con el arco en mano, estaba listo para actuar si era necesario, pero confiaba en Elías. Sabía que él encontraría la manera de sacarlos de allí.

Elías avanzó con calma, sus movimientos lentos y calculados. Los caminantes no reaccionaban ante su presencia, lo ignoraban como si fuera uno más. Desde su posición, Alexander y Matteo observaban con nerviosismo, pero también con esperanza. Sabían que si alguien podía guiarlos fuera de ese taller lleno de muerte, era Elías.

Siguiendo con cuidado, Alexander y Matteo se movieron detrás de Elías, conscientes de cada paso que daban, intentando no hacer ruido ni llamar la atención de los caminantes. Sabían que cualquier error podría ser fatal.

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Elías, con una calma controlada, se volteó hacia Alexander y, sin decir una palabra, le hizo una seña clara y precisa con las manos, pidiendo la espada. Alexander, aún un poco nervioso por la situación, entendió de inmediato. Con cuidado, sacó la espada de su funda y se la pasó a Elías.

El la sostuvo con firmeza, sin dudar. Sabía lo que tenía que hacer.

Uno por uno, comenzó a acercarse a los caminantes, moviéndose con una precisión casi militar. Con cada golpe limpio, cortaba a los caminantes, que caían al suelo sin siquiera tener la oportunidad de reaccionar. Algunos intentaban moverse torpemente hacia él, pero pronto caían inertes.

Matteo observaba desde atrás, impresionado por la habilidad de Elías. Aunque los caminantes seguían sin detectarlo, Elías no bajaba la guardia. Sabía que cualquier error podría significar el fin de todos.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora