"MECHONES DORADOS"

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La madrugada se tornó más densa cuando los alrededores de los autos abandonados se llenaron de miles de caminantes. Alexander se quedó despierto, con los sentidos alerta, observando cada movimiento fuera de las ventanas del auto. Sabía que la noche sería larga, y el constante gruñido de los caminantes lo mantenía en un estado de tensión constante. A lo lejos, sus gruñidos y gemidos reverberaban, como una sinfonía macabra que no permitía descanso.

En el otro auto, Elías y Valeria se habían quedado dormidos, aunque su intención había sido permanecer atentos. El cansancio los había vencido, y ahora ambos descansaban, aunque de manera inquieta. Alexander, por su parte, no lograba conciliar el sueño. El frío de la noche lo mantenía en movimiento, y el temblor de Matteo, que dormía en el asiento trasero, lo obligó a quitarse su abrigo y cubrirlo con cuidado.

Sin embargo, el momento de calma se vio interrumpido cuando, de repente, algo lo sobresaltó. Un caminante había metido la cabeza por la ventana, su rostro desfigurado y putrefacto, observando a Matteo con una mirada vacía pero penetrante, como si lo estuviera identificando como uno de los suyos. Alexander contuvo un grito de puro instinto, tomando su cuchillo con sigilo. Estaba listo para clavar la hoja en la cabeza del caminante, pero algo lo detuvo.

En ese preciso instante, Alexander notó una figura familiar fuera del auto. Era Elías, caminando lentamente entre los muertos. Lo que más lo impactó fue que los caminantes parecían ignorarlo por completo, como si no pudieran percibirlo.

—¿Elías? —susurró Alexander —Imbécil de mierda..

Elías se giró, pero algo en él no estaba bien. Alexander vio que sus ojos ya no tenían su característico color azul, sino una tonalidad vacía, sin vida. No parecía consciente de su entorno, y aún así, caminaba entre los muertos como si fuera uno de ellos.

El corazón de Alexander se aceleró. Sin pensarlo dos veces, pateó la puerta del auto con fuerza, haciendo que el caminante se tambaleara. Los demás muertos no reaccionaron al ruido. Seguían ignorándolos, como si ni siquiera existieran. Alexander corrió hacia Elías, sacudiéndolo con desesperación.

—¡Elías! —le gritó, tratando de hacerlo reaccionar—. ¡Despierta, maldita sea!

Pero Elías seguía inmóvil, sus ojos vacíos mirando al horizonte. Parecía atrapado en algún trance extraño. Fue entonces cuando sucedió algo aún más perturbador. Los caminantes comenzaron a moverse en masa, todos dirigiéndose hacia la ciudad. Algunos corrían con torpeza, mientras que otros simplemente aceleraban el paso, pero todos iban en la misma dirección, como si hubieran recibido una orden silenciosa.

Alexander observaba con horror cómo los muertos obedecían alguna clase de comando invisible. Y luego, casi de manera repentina, Elías pareció volver en sí, pero su cuerpo no aguantó más. Cayó de rodillas, y antes de que Alexander pudiera reaccionar, se desplomó en el suelo, inconsciente.

—¡No, no, no! —susurró Alexander, arrodillándose rápidamente junto a él.

Lo levantó en brazos, notando el peso del agotamiento en su cuerpo. Los ojos de Elías estaban cerrados, y de su nariz y ojos brotaba sangre. La desesperación inundó a Alexander mientras una lágrima caía de su rostro, mezclándose con la sangre de Elías. No podía permitir que esto siguiera sucediendo, no después de todo lo que habían pasado.

—Resiste, por favor —murmuró, sosteniéndolo con fuerza—. No te voy a perder también.

Sin más opciones, Alexander cargó a Elías de regreso hacia el auto. Mientras lo acomodaba en el asiento trasero junto a Matteo, quien aún dormía profundamente, su mente trabajaba rápidamente para encontrar una solución.

Alexander buscó desesperadamente dentro del bolso de Noah, revolviendo entre las provisiones hasta encontrar una pequeña jeringa con un líquido amarillo brillante en su interior. Era el mismo contenido que habían utilizado para salvar a Elías en el pasado. Con un nudo en el estómago y sin pensarlo dos veces, llenó la jeringa y le inyectó el antídoto a Elías en el brazo.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora