"SEGUNDO CRUCE"

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—¿Sabes? —dijo Alexander con una sonrisa mientras miraba a Elías y Matteo—. Serías un buen papá.

Elías soltó una risa suave, manteniendo la mirada fija en Matteo mientras seguía acariciando su cabello.

—No digas tonterías, Alex. Apenas puedo cuidar de mí mismo.

—No, hablo en serio —Alexander se acercó un poco más, sentándose a su lado—. Mírate. Eres paciente, protector... Tienes todo lo que se necesita.

Elías levantó la mirada, esbozando una sonrisa sarcástica—. Claro, un gran papá en medio de un apocalipsis. El sueño de todos los niños.

—A veces creo que te gustaría —replicó Alexander, mirándolo con una chispa de diversión en los ojos—. Tener esa responsabilidad, cuidar de alguien de esa manera.

—¿Eso crees? —Elías lo miró de reojo, medio sonriente, mientras seguía acariciando el cabello de Matteo—. Tal vez en otra vida, cuando...

Alexander se encogió de hombros, entendiendo a lo que se refería —. A mí me parece que ya lo estás haciendo, en esta vida. Aquí y ahora.

Elías negó con la cabeza, aunque la sonrisa persistía en sus labios—. Vamos, Alex. No te pongas sentimental. Sólo hago lo que puedo.

—Y lo haces bien —insistió Alexander, inclinándose para mirar a Matteo—. Él confía en ti. Se siente seguro contigo. Eso significa algo, Elías.

—Significa que soy el único loco que se deja manipular por un niño pequeño —Elías rió entre dientes, lanzándole a Alexander una mirada fugaz—. Además, no lo hago solo. Tú también estás aquí, ¿no?

—Sí, pero no soy yo el que está aquí, calmándolo, dándole ese lugar de refugio —Alexander le dedicó una mirada cálida, sus ojos llenos de admiración—. Eso lo haces tú.

Elías se quedó en silencio por un momento, su mirada se suavizó mientras observaba a Matteo, dormido y ajeno al mundo que los rodeaba. Luego, volvió a mirar a Alexander con una sonrisa ligera.

—Quizás —concedió finalmente, con un tono más serio—. Quizás en otra vida, cuando todo esto termine. Pero por ahora... —Hizo una pausa, sin apartar la mirada de Alexander—. Lo único que quiero es que estemos bien. Los tres.

Alexander asintió, sus ojos nunca apartándose de los de Elías—. Lo estaremos, Elías. De alguna manera, lo estaremos.

Elías asintió levemente y volvió su atención a Matteo.

Alexander no esperó más. Había algo en la forma en que Elías sostenía a Matteo, en la forma en que su mirada se volvía suave, que lo llenaba de una ternura abrumadora. Sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia adelante y atrapó los labios de Elías con los suyos.

Elías se quedó inmóvil al principio. Pero el calor y la firmeza de los labios de Alexander hicieron que sus ojos se cerraran lentamente, entregándose al momento.

La habitación se sintió más pequeña, más íntima. El mundo exterior, con su caos y sus peligros, pareció desaparecer. Alexander profundizó el beso con suavidad, su mano se movió instintivamente hacia la nuca de Elías, acariciando su cabello con delicadeza.

Elías respondió con la misma ternura, soltando el aire que había estado conteniendo. Era como si el tiempo se hubiera detenido, como si en ese preciso instante nada más importara. Sentía los latidos del corazón de Alexander a través del contacto de sus labios, fuertes y constantes, como un ancla que lo mantenía en el presente.

Matteo se acurrucó aún más en los brazos de Elías, completamente ajeno a lo que ocurría. La lluvia repiqueteaba suavemente contra las ventanas, la luz grisácea del atardecer entraba por los vidrios, iluminando la escena con un brillo suave y melancólico.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora