"BAJO TUS DEDOS"

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Elías estaba disfrutando de uno de los pocos momentos de paz que podía encontrar en el búnker. El agua tibia corría por su cuerpo, llevándose consigo el cansancio y el estrés acumulado después de la caótica misión en Palermo. Cerró los ojos y dejó que el sonido constante de la ducha llenara su mente, bloqueando el ruido del mundo exterior. Por unos minutos, no había caminantes, no había misiones fallidas, y sobre todo, no había Alexander.

Elías suspiró, apoyándose contra la pared de la ducha, permitiéndose relajarse por completo.

De repente, sintió un cambio en la presión del agua y, al abrir los ojos, notó que alguien más había entrado en la misma ducha. Giró la cabeza rápidamente y ahí estaba Alexander, con una mirada seria pero con esa suavidad en los ojos que solía usar cuando intentaba acercarse a él.

Elías lo miró en silencio, su cuerpo tenso al instante.

—¿Qué estás haciendo aquí? —tapándose con una toalla.

—Darme una ducha —contesto Alexander,  encojiendose hombros.

–Alexander, maldita sea, esto ya es acoso. ¡Sal ahora mismo!.

—Relajate –Intento calmarlo —¿Nunca te han dicho lo importante que es ahorrar agua?.

—¿A ti cuántos tornillos te faltan en la cabeza? —desviando la mirada a su entre pierna.

Alexander se acerco mas a el y dejo que el agua caiga sobre su cabello. De pronto se aleja, apoyando su espalda en la pared.

—¿Sabías que bañarte con tu ex también puede considerarse infidelidad?

—A la mierda la infidelidad, ¡sal ahora mismo!.

—No sin antes darte un beso.

—Te me llegas a acercar y te ahogó.

—¿Con tus besos?.

—Con mis puños.

—Qué romántico.

Elías intentó salir de la ducha, pero Alexander lo tomó firmemente de los brazos y lo empujó suavemente contra la pared mojada. El agua seguía cayendo sobre ambos, empapando sus cuerpos.

—Tenemos que arreglar esto, Elías —dijo Alexander, mirándolo intensamente a los ojos.

—¿Arreglar qué, Alexander? —respondió Elías con dureza, tratando de zafarse de su agarre—. ¡No hay nada que arreglar! ¡Lo arruinaste todo!

—No lo entiendes... —Alexander lo sostuvo más fuerte—. ¡No quería que pasara todo esto, lo sabes!

—¡No me toques! —gritó Elías, empujando a Alexander con todas sus fuerzas, aunque sabía que el otro no iba a dejarlo ir tan fácilmente—. ¡Ya no me importa lo que quieras!

—¡Sí te importa! —Alexander levantó la voz, acercándose más, apenas dejando espacio entre ambos cuerpos—. Me sigues odiando porque aún te importo.

Elías lo miró con furia, su respiración acelerada, el agua cayendo por su rostro como si las lágrimas que quería ocultar se mezclaran con la ducha.

—¡Claro que te odio! —respondió con voz entrecortada—. No puedo ni mirarte sin recordar todo lo que perdiste por tu culpa.

Alexander lo miró, dolido, y bajó la voz un poco, suavizándola.

—Elías... perdí a Matteo también. Tú no eres el único que sufre.

—¡No lo compares! —Elías lo empujó de nuevo, aunque sin la misma fuerza—. ¡Tú no lo viste morir! ¡Tú no estuviste ahí cuando todo se fue al infierno!

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora