"PRIMER CRUCE"

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Elías y Alexander llegaron al castillo, empapados y agotados. La lluvia caía intensamente afuera, pero al menos ahora tenían un refugio. Apenas cruzaron la puerta reforzada de la sala principal, Matteo corrió hacia ellos, rodeándolos con sus brazos en un abrazo cálido.

—¡Están de vuelta! —dijo, su voz llena de alivio—. Pensé que no regresarían.

Elías, aún sosteniendo una de las baterías con una mano, sonrió y despeinó el cabello de Matteo con la otra.

—Claro que volvimos, pequeño. Nada nos detiene.

Alexander dejó la batería en el suelo y envolvió a Matteo en otro abrazo, apretándolo con fuerza.

—¿Qué clase de locura es esa, eh? ¿Pensabas que te dejaríamos aquí solo para que te coman los zombis?.

Matteo soltó una risa, y en ese momento, Valeria apareció en el umbral de la puerta. No dijo una palabra al principio, simplemente se acercó, tomó ambas baterías y las cargó sobre sus hombros.

—Voy a llevárselas a Noah —murmuró, su voz firme y sin adornos. Se giró hacia las escaleras y subió sin mirar atrás—. No tarden en secarse, los necesitamos alerta.

Elías y Alexander intercambiaron una mirada. Había tensión en el aire, pero decidieron no decir nada. En su lugar, Alexander levantó a Matteo, quien estaba encantado de ser llevado en brazos.

—Vamos, campeón —dijo Alexander mientras lo acomodaba en su espalda—. Vamos a la otra sala antes de que Valeria vuelva y nos obligue a hacer alguna tarea aburrida.

Matteo soltó otra risita, abrazando el cuello de Alexander. Elías los siguió, sonriendo mientras caminaban hacia la otra sala del castillo. Las ventanas altas dejaban entrar la llovizna, creando un juego de sombras y luces en el piso de piedra. Afuera, el cielo gris se fusionaba con las copas de los árboles.

—Hace frío —susurró Matteo, apoyando la cabeza en el hombro de Alexander.

—Lo sé, por eso nos acurrucaremos juntos un rato —respondió, dándole un guiño a Elías.

Elías tomó una manta que había dejado en el sillón la noche anterior y la extendió en el suelo, justo debajo de la ventana. Luego se sentó, estirando los brazos para recibir a Matteo.

—Vamos. Aquí estarás más calentito —dijo, y Alexander dejó suavemente a Matteo en las piernas de Elías.

Matteo se acomodó entre ambos, cerrando los ojos con una sonrisa tranquila mientras la lluvia continuaba golpeando las ventanas.

Matteo se removió ligeramente entre los brazos de Elías, cuando su estómago emitió un gruñido largo y lastimero. Elías lo notó de inmediato, y bajó la mirada para encontrarse con los ojos avergonzados de Matteo.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste algo? —preguntó Elías, suavizando su tono.

Matteo evitó su mirada, encogiéndose de hombros. —No sé... desde ayer a la noche.

Alexander frunció el ceño al escuchar esto. Se giró y vio a Valeria caminando hacia la otra habitación con una caja en las manos, sin prestarles atención. Suspirando, dejó a Matteo con Elías y se levantó, caminando rápidamente detrás de Valeria.

—¿Podemos hablar? —preguntó, su tono duro mientras entraba en la habitación detrás de ella.

Valeria dejó la caja en una esquina antes de volverse hacia él.

—¿Qué pasa ahora?

—¿Qué pasa? —replicó Alexander, tratando de contener la ira en su voz—. Matteo no ha comido nada en todo el día. ¡Es un niño, Valeria! ¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta?

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora