"LA REALIDAD"

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Alexander y Elías habían dejado atrás la zona radiactiva hacía apenas un par de horas. La moto, que los había salvado momentáneamente, se quedó sin combustible en medio de un claro. Pero el destino parecía haberles dado un respiro. A su alrededor, un bosque lleno de moras, bayas brillantes y una leve brisa los rodeaba.

—No puedo creerlo… estamos fuera de esa maldita zona. —murmuró Elías, con una sonrisa que hacía tiempo no mostraba. Se había subido ágilmente a una planta, con las manos llenas de moras.

Alexander lo miraba desde abajo, riéndose suavemente mientras recogía algunas bayas a su alcance.

—Te ves bien ahí arriba, como un monito.

Elías le tiró una mora, que aterrizó directamente en el pecho de Alexander, manchando su traje.

—¡Ey! —protestó  entre risas—. Si sigues así, me voy a comer todas las moras yo solo.

Elías se rió, agitando las ramas de la planta para recoger más. Sus movimientos eran ágiles, como si la adrenalina aún corriera por su cuerpo, pero había algo diferente en el ambiente. El peligro inmediato parecía haberse disipado y, por primera vez en mucho tiempo, se sentían ligeros.

Cuando Elías bajó de la planta con las manos llenas de moras, Alexander lo observaba con una sonrisa que no podía disimular.

—Deberíamos descansar un poco. Ya no tenemos prisa, al menos por ahora.

Elías asintió, dejando las moras en un pequeño montículo. Juntos caminaron hacia un río cercano. A pesar de que estaba lleno de desechos, pedazos de autos, y algunos cuerpos flotando en la distancia, el sonido del agua corriendo aún conservaba un toque de serenidad.

Se sentaron en la orilla, donde el suelo era un poco más limpio y las sombras de los árboles los cubrían del sol. Elías, relajado, cerró los ojos por un momento mientras Alexander sacaba una fresa que había encontrado entre las moras.

—Hey, mira esto. —dijo Alexander en voz baja, y antes de que Elías pudiera reaccionar, comenzó a pasar suavemente la fresa por los labios de Elías.

Elías entreabrió los ojos, sorprendido, mientras el jugo dulce de la fresa mojaba sus labios. Alexander sonreía, observando cada pequeño detalle del rostro de Elías.

—Te ves adorable cuando no te das cuenta de lo que hago.

—¿Qué estás haciendo?.

—Conquistandote devuelta. —contestó, inclinándose lentamente hasta que sus labios rozaron los de Elías en un beso suave y tierno.

Elías se quedó inmóvil por un instante, pero luego cerró los ojos y le correspondió, sus dedos aferrándose suavemente a la tela del traje de Alexander.

Cuando sus labios finalmente se separaron, Elías dejó escapar un suspiro, apoyando su frente en el hombro de Alexander.

—Sabes... todavía no estas perdonado y me haces esto.

Alexander acarició la espalda de Elías, tomando aire profundamente antes de responder.

—No me importa si me perdonaste, lo que importa es que estamos juntos. De alguna manera, siempre supimos que terminaríamos así, ¿no?

Elías sonrió, asintiendo ligeramente.

—Siempre logras decir las cosas correctas. —jugando con las manos de Alexander—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos?.

Alexander soltó una pequeña risa.

—Lo recuerdo. Te hacías el duro, como si nada te afectara. —dijo, bromeando—. Pero mírate ahora, te tengo aquí comiendo moras y sonriéndome como si nada más importara.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora