"AMARTE HASTA MATARTE"

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El cielo comenzó a oscurecer completamente, y las primeras gotas de lluvia cayeron sobre las ruinas de la ciudadela, mezclándose con la sangre y el polvo que cubrían el suelo. Los relámpagos iluminaban las sombras entre los edificios, destellando sobre los cuerpos inertes de los defensores y las criaturas.

Valeria emergió de entre las sombras, con su cabello pegado a la frente por el sudor y la sangre de la pelea. Limpió sus mangas rápidamente, retirando el rastro de la lucha con un par de caminantes que habían intentado atraparla momentos antes.

Charlotte la seguía de cerca, su mirada inquieta recorriendo el caos que las rodeaba. Los disparos habían cesado por un momento, pero las criaturas aún rondaban en los techos y callejones.

Valeria se giró, y su corazón se detuvo al ver la escena ante ella. Elías estaba arrodillado frente a Alexander, su mano acariciando el cabello empapado de su ex-amante, sus dedos temblando bajo el peso de todo lo que había sucedido. Alexander estaba tirado en el suelo, inmóvil, su pecho apenas subía y bajaba con cada respiración débil. Matteo, con el rostro lleno de lágrimas, se aferraba al cuerpo de Alex, temblando bajo la tormenta que comenzaba a intensificarse.

—Charlotte... —susurró Valeria, inclinándose hacia su compañera sin apartar la mirada de la escena—. Alexander... podría estar muerto.

Charlotte contuvo la respiración, su cuerpo se tensó al ver la quietud en el pecho de Alexander. Pero había algo más que capturaba su atención. Detrás de Elías, una masa negra, una sustancia viscosa y extraña, se deslizaba lentamente, una mezcla informe de lo que quedaba del virus. Elías lo había llevado al límite, esforzando su habilidad hasta el punto de ruptura. La corrupción se extendía detrás de él como una sombra viviente.

—El virus... lo está matando —murmuró.

Valeria, observando todo, se preparó para intervenir. Sabía que los mutantes estaban perdiendo el control, sus gritos y gruñidos se volvían cada vez más erráticos, y la influencia de Elías sobre ellos comenzaba a desvanecerse. Cada segundo que pasaba, las criaturas se acercaban más, viendo en él una presa más que a su líder. Valeria no podía permitir que lo mataran, no después de todo lo que habían pasado. A pesar de todo, seguía viendo a Elías como un hermano.

Pero antes de que pudiera moverse, una figura enorme y blanca emergió de entre los edificios. Blanqui, el mutante más feroz y leal de todos, apareció con furia en sus ojos, posicionándose directamente detrás de Elías y Matteo. Su presencia era imponente, y los otros mutantes, que estaban a punto de atacar, retrocedieron ante él. Blanqui los mantuvo a raya, protegiendo a Elías y a Matteo, gruñendo ferozmente para advertir a sus hermanos que no se acercaran.

Valeria dio un paso hacia adelante, pero se detuvo al ver que Elías no apartaba la mirada de Alexander. Seguía acariciando su cabello, como si el mundo a su alrededor hubiera dejado de existir. Presionaba el cuerpo de Alexander contra el suelo, su pecho apenas subía y bajaba. Matteo, todavía sollozando, se aferraba a su pecho, su voz apenas un murmullo entre las gotas de lluvia.

El aire estaba cargado de tensión. Los mutantes que rodeaban el lugar se movían inquietos, gruñendo y mirando de reojo a Blanqui, esperando cualquier señal para lanzarse sobre Elías y acabar con él. Pero el seguía firme, protegiendo a su amo.

Valeria, desesperada, susurró:

—Tengo que hacer algo antes de que esos monstruos lo maten...

La lluvia aumentó su intensidad. Relámpagos iluminaban las caras de todos los presentes, y la tormenta rugía sobre ellos. Elías finalmente habló.

—No quería esto... —dijo, casi en un susurro, mientras continuaba acariciando el cabello de Alexander—. No quería que terminara así.

Matteo levantó la cabeza, sus ojos hinchados y rojos por el llanto, y miró a Elías con desesperación.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora