"MAS ALLÁ DEL IMPERIO"

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La brisa de la tarde hacía ondear suavemente la ropa de Elías y las chicas mientras se preparaban para partir. Estaban parados a unos metros de la salida del búnker, con sus mochilas listas y las armas. Tomas, con su mirada seria y cansada, se acercó para despedirse, acompañado de algunos de los miembros más veteranos del refugio.

— Lamento que hayamos llegado a esto —dijo Tomas, con un tono sincero mientras observaba a Elías—. Pero es por la seguridad de todos. No podemos arriesgarnos más con tantos ataques.

Elías asintió, pero su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y resignación. Sabía que no tenían otra opción, pero la situación aún le pesaba.

— Lo sé... —respondió, evitando mirar a los ojos de Tomas—. Gracias por todo, de verdad.

Tomas suspiró, intentando poner una mano en el hombro de Elías.

—Mucha suerte allá fuera, y cuida de los tuyos. Esto no es un adiós para siempre, solo... hasta que todo esté más seguro.

En ese momento, las puertas del búnker se abrieron y Matteo apareció, acompañado de Blanquin y un perro que había encontrado hacía unas semanas. El niño corría hacia Elías con una sonrisa.

Elías miró a Tomas, bajando la voz para que Matteo no escuchara.

—Escúchame. No puedo llevarlo —dijo, su voz quebrada —. Matteo no debería venir. Es demasiado peligroso allá afuera.

— ¿Estás seguro de eso, Elías? —preguntó suavemente, mirando al pequeño que jugaba inocentemente con el perro—. Ese niño ha estado esperándote a ti y a Alexander por semanas. No sé si abandonarlo aquí es la mejor idea.

Elías apretó los puños, mordiéndose el labio. La idea de dejar a Matteo atrás le revolvía el estómago, pero el miedo de que algo pudiera pasarle fuera del refugio lo consumía.

— Yo solo quiero lo mejor para él, Tomas. No sé si puedo protegerlo allá afuera.

— No va a entenderlo, Elías. Para él, tú eres todo. Lo eres desde que llegó aquí, desde que empezó a seguirte. Si lo dejas, no solo lo estarás abandonando físicamente, también emocionalmente.

Elías bajó la mirada, notando cómo Matteo lo observaba desde la distancia.

— ¿Y si algo le pasa? —susurró, casi desesperado—. No sé si podría vivir con eso...

— Todos estamos en peligro, Elías. Todos los días. Pero si lo dejas, ese peligro no desaparecerá, solo lo enfrentará solo.

Elías sintió una presión en el pecho. Volvió a mirar a Matteo, que ahora estaba intentando atrapar mariposas con Blanquin en la mano.

Valeria, que estaba a su lado, le puso una mano en la espalda.

— Es tu decisión, pero creo que Tomas tiene razón. No lo dejes aquí, Eli.

Elías miró de nuevo a Tomas, que lo observaba con comprensión. Finalmente, con un suspiro largo y pesado, asintió.

— Está bien —dijo con voz cansada—. Me lo llevaré. Aunque me aterre que le pase algo, no puedo dejarlo atrás.

Tomas sonrió levemente, satisfecho con la decisión, y dio un paso atrás.

— Harás lo correcto. Cuídalo, Elías. Será duro, pero juntos tienen más posibilidades de sobrevivir.

Elías asintió mientras llamaba a Matteo, que corrió a sus brazos sin dudarlo.

— Vamos, pequeño. Es hora de irnos.

El día comenzaba a teñirse de tonos anaranjados mientras el grupo caminaba sin descanso por los vastos campos italianos, en dirección a Riposto, una ciudad costera cercana a Giarre. El terreno irregular y las piedras sueltas hacían que cada paso fuera más pesado, pero el grupo avanzaba sin quejas, sabiendo que detenerse no era una opción en ese mundo lleno de amenazas.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora