"PUEBLO ENNA"

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Alexander salió de la habitación en silencio, asegurándose de no hacer ruido mientras cerraba la puerta detrás de él. Se detuvo un momento en el pasillo, respirando profundamente. El frío se sentía incluso dentro de la casa, a pesar del fuego que mantenían encendido en la sala principal. Bajó las escaleras con pasos firmes pero lentos, queriendo asegurarse de que Elias y Matteo estuvieran bien antes de continuar con su tarea.

Al llegar a la sala, encontró a Valeria sentada frente a la hoguera. El fuego crepitaba suavemente, llenando el aire con un calor reconfortante, pero Alexander no pudo evitar sentir el frío que se colaba por las ventanas mal selladas de la casa. Valeria tenía las manos extendidas hacia las llamas, intentando calentarse, aunque su rostro mantenía una expresión serena.

—El frío se siente más —dijo Alexander, tomando asiento a su lado.

Valeria asintió, sin apartar la vista del fuego.

—Sí, ha empeorado desde la mañana. Cada vez está más helado. —Sus ojos se movieron hacia Alexander por un segundo—. ¿Cómo está Elias?

El suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Está bien... por ahora. Los bebés siguen moviéndose, lo cual es buena señal, pero se cansa rápido. El dolor en el vientre lo tiene agotado. —Se quedó en silencio por un momento, mirando cómo las llamas bailaban en la hoguera—. Solo espero que podamos mantenernos a salvo hasta que todo esto pase.

—Elias es fuerte, pero necesitas cuidarlo. No solo por los bebés, sino también por él mismo. Este frío no es algo que se pueda ignorar, podría empeorar su estado.

—Lo sé. Estoy haciendo todo lo que puedo para mantenerlo cómodo, pero es difícil. No tenemos muchos recursos, y este lugar apenas se mantiene caliente. —Se frotó las manos, intentando entrar en calor—. A veces me pregunto cuánto más podremos soportar.

Valeria dejó escapar un suspiro, sus ojos oscuros reflejaban el fuego.

—Todos estamos haciendo lo mejor que podemos. No es fácil, pero hemos sobrevivido a cosas peores. Si alguien puede soportarlo, es Elias.

—Sí —murmuró Alexander —. Pero también está Matteo. Necesitamos protegerlo a él también.

Valeria se recostó un poco en su silla, asintiendo.

—Tienes razón. Pero por ahora, este lugar es lo mejor que tenemos. No hay mucho más allá afuera, al menos no sin arriesgar nuestras vidas.

Alexander apretó los labios, pensativo. —No podemos quedarnos aquí para siempre. Los caminantes, las bandas... en algún momento tendremos que movernos otra vez.

—Lo sé...Pero por ahora, debemos concentrarnos en sobrevivir el frío. —Hizo una pausa y luego preguntó—: ¿Te preocupa lo que pueda pasar con los bebés si seguimos así?

—Sí. No sé cuánto más podrán aguantar este tipo de condiciones. Elias ya está sufriendo, y no quiero que esto los afecte también. Tenemos que encontrar un lugar mejor, uno más seguro, pero no sé dónde buscar.

—Encontraremos un lugar. Siempre lo hacemos. Solo tienes que seguir adelante. —Después de una breve pausa, agregó—: Los demás salieron hace un rato. Fueron a inspeccionar algunos supermercados que, según dicen, aún no han sido saqueados.

—¿Crees que encontrarán algo útil?

—No lo sé, pero vale la pena intentarlo. Estamos agotando nuestras provisiones y si el invierno sigue empeorando, lo vamos a necesitar más que nunca.

—Espero que encuentren algo —murmuró Alexander.

El silencio se instaló brevemente entre ellos, mientras el fuego seguía iluminando la habitación, sus chispas llenando el aire con un suave crepitar. Las sombras de Alexander y Valeria bailaban en las paredes.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora