"BEGINNING"

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Valeria estaba agachada junto al motor de la camioneta, con las manos llenas de grasa y el ceño fruncido mientras ajustaba una tuerca que se había aflojado durante el último tramo del viaje. Matteo estaba a su lado, observándola atentamente. Desde que habían comenzado el viaje, había aprendido mucho de Valeria. Sabía cómo identificar un motor sobrecalentado, qué hacer cuando una rueda se desinflaba y cómo arreglar una batería descargada.

—¿Puedes sostener esto por mí? —le pidió, entregándole una llave inglesa mientras seguía concentrada.

Matteo asintió y sujetó la herramienta con firmeza, admirando cómo Valeria trabajaba con calma y seguridad. Por un momento, su mente se alejó de la destrucción que los rodeaba.

—¿Sabes? En cinco días cumpliré nueve años —dijo de repente, rompiendo el silencio con una sonrisa tímida.

Valeria se detuvo un momento, sorprendida por el comentario. Luego sonrió mientras seguía trabajando.

—¿Nueve, eh? —respondió—. Ya te estás haciendo grande, Matteo. Me parece que dentro de poco vas a saber más de mecánica que yo.

—Tú me has enseñado todo —contestó, orgulloso—. Quiero ser tan fuerte como tú.

Valeria dejó la llave a un lado por un momento y le revolvió el cabello a Matteo con una risa suave.

—Ya lo eres, pequeño. Ya lo eres.

Matteo sonrió.

Matteo caminó lentamente colina abajo, sus pasos pequeños levantando polvo mientras se acercaba a Max y Bob, quienes estaban probando nuevas armas que habían arrebatado de los bandidos del Wrihtie Camp. El ruido de los disparos resonaba en el aire, mezclándose con el eco de las montañas cercanas.

—Oye, Matteo, ven aquí —llamó Max, levantando una de las armas largas, una que parecía casi tan grande como el propio Matteo—. Te enseñaremos cómo usarla.

Matteo sacudió la cabeza, nervioso.

—No puedo. Mi papá no me deja tocar armas de fuego.

Bob, con una sonrisa ladeada, insistió, levantando un fusil y sosteniéndolo en dirección a Matteo.

—Solo un momento. No le diremos nada, ¿vale? Solo para que lo sientas.

Matteo dudó por un momento, sus ojos fijos en el arma brillante. Finalmente, cedió ante la insistencia y, con cuidado, sujetó el fusil. Era pesado en sus manos pequeñas, pero intentó mantenerlo firme.

Justo cuando iba a apretar el gatillo, el grito de Alexander resonó desde lo alto de la colina.

—¡Matteo! —la voz de Alexander cortó el aire, firme.

Matteo soltó el arma de inmediato, sintiendo el miedo crecer en su interior. Bajó la mirada mientras Alexander se acercaba, su rostro serio. Elías, que estaba a su lado, no pudo evitar una pequeña sonrisa.

—¿Qué te dije sobre sujetar armas? —preguntó, cruzándose de brazos mientras se detenía frente.

—Que no puedo... —respondió Matteo con un hilo de voz, sin levantar la mirada.

Elías intentó intervenir.

—Vamos, Alex, es solo un niño. No pasa nada si lo prueba una vez…

Pero Alexander lo interrumpió con un gesto, sin apartar la mirada de Matteo.

—Ya hemos hablado de esto, Elías. El es demasiado joven para esto.

Matteo bajó la cabeza aún más, sintiendo vergüenza. Alexander, se agachó a su altura, suavizando un poco su expresión.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora