"BAJO LA MISMA LUNA"

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La luz de la luna entraba por la pequeña ventana de la habitación, iluminando los cuerpos dormidos de Alexander y Elías. El silencio nocturno era apenas roto por el suave susurro del viento. Elías estaba enredado en los brazos de Alexander.

De repente, un pequeño sonido lo hizo abrir los ojos. Matteo, con sus ojos llenos de sueño, estaba de pie en la puerta.

—Papá... tuve una pesadilla. ¿Puedo dormir con ustedes? —dijo con voz baja y un ligero temblor.

Elías se enderezó lentamente, intentando no despertar a Alexander. Miró a Matteo y luego al espacio en le medio, dudando por un momento.

—Eh... bueno, está bien... —susurró, rascándose la cabeza.

Matteo sonrió y corrió hacia la cama. Elías hizo un pequeño espacio entre él y Alexander, levantando las sábanas para que Matteo pudiera acurrucarse en medio.

—Espero que no ronques tan fuerte como Alexander —dijo en broma, mientras Matteo se acomodaba.

El se rió suavemente, mientras Elías lo abrazaba.

El amanecer llegó de la manera en que siempre lo hacía: gris y muerto. Solo el débil resplandor rojizo del sol, asomándose por el horizonte, rompía la monotonía. Los caminantes, con sus movimientos torpes y lentos, volvían al bosque, mientras que algunos otros emergían de la niebla que cubría las tierras desoladas.

Bob y Max ya estaban fuera desde temprano, cortando leña y reforzando la barricada con las manos endurecidas por el trabajo.

Noah, por su parte, se había dirigido al radar, sus ojos fijos en una pantalla que emitía leves destellos. Un punto de comunicación llamó su atención, parpadeando persistentemente.

En el silencio, Valeria se encontraba sentada en el alféizar de su ventana, observando cómo las últimas estrellas se desvanecían en el cielo mientras el día despuntaba.

El sonido de pasos rápidos y pequeños irrumpió en la tranquilidad de la mañana. Matteo, lleno de energía, salto hacia la cama donde dormían Elías y Alexander. Con una sonrisa contagiosa y saltos emocionados, los despertó.

—¡Papá, papá, despiértense! ¡Hoy tenemos que ir a la playa! —dijo con entusiasmo, rebotando en la cama mientras los sacudía.

Elías abrió un ojo, medio dormido, mientras Alexander soltaba un pequeño gruñido, aún aferrado a la calidez de las mantas.

Elías se levantó con pereza, estirándose antes de dirigirse al baño. El agua fría lo hizo espabilarse de inmediato, mientras podía escuchar a Matteo y Alexander peleando en la cama.

Matteo, aún lleno de energía, se quedó encima de Alexander, quien claramente no tenía intención de levantarse. Con una sonrisa traviesa, Matteo agarró una almohada y comenzó a golpear suavemente.

—¡Despierta, papá! ¡Vamos, ya es de día! —insistía entre risas, dándole pequeños golpes.

Alexander soltó un suspiro y, en un rápido movimiento, atrapó a Matteo, tirándolo debajo de las mantas. Ambos comenzaron a luchar juguetonamente, las risas de Matteo llenando la habitación mientras Alexander le hacía cosquillas bajo las sábanas.

—¡Sos insoportable! No vas a escapar de aquí —dijo riendo, sosteniéndolo con cariño.

Justo en ese momento, Elías, ya vestido y listo, asomó la cabeza por la puerta del baño.

—¡Dejen de hacer tonterías y levántense ya! —les gritó con una sonrisa cansada, aunque no pudo evitar reírse.

Los dos se detuvieron un segundo, intercambiaron una mirada cómplice y luego se levantaron.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora