"VOLVERÉ"

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El sol brillaba con fuerza sobre el río, sus reflejos dorados danzaban sobre la superficie cristalina del agua. El sonido del correr del agua mezclado con las risas de Elias y Matteo llenaba el aire con una sensación de paz que parecía olvidada en esos tiempos de caos. Ambos estaban descalzos, con los pantalones remangados, chapoteando en la orilla mientras el agua fría les mojaba los pies.

— ¡Mira, papá! —gritó Matteo emocionado, sosteniendo una pequeña rana entre sus manos—. ¡La atrapé!

Elias se echó a reír, acercándose para observar al pequeño que se retorcía suavemente en las manos de Matteo.

— Es muy pequeña —comentó —. ¿Vas a ponerle nombre o la dejas libre?

—Soy pésimo eligiendo nombre

—Supongo que perdiste ese encanto —comentó, chapoteando en el agua junto a Matteo—. Estas creciendo demasiado rápido para mí gusto.

Matteo sonrió ampliamente, disfrutando del cumplido. Luego, de un salto, empezó a correr por el borde del río, salpicando agua a su paso.

Elias lo observaba, su sonrisa cada vez más grande.

— ¡Oye, no tan rápido! —gritó lanzándose tras él—. ¡Me vas a dejar atrás!

Matteo rió aún más fuerte al ver a Elias corriendo tras él, esquivando las piedras y el agua que salpicaba por todos lados.

— ¡Nunca me atraparás! —bromeó el pequeño, girándose para provocarlo.

Elias, sin poder evitarlo, aceleró el paso y de un salto alcanzó a Matteo, rodeándolo con los brazos y levantándolo en el aire mientras ambos reían a carcajadas.

— ¡Te tengo!.

— ¡Nooo, suéltame! —protestaba Matteo entre risas, mientras Elias lo giraba lentamente, haciéndolo reír aún más.

Después de un rato, Elias lo bajó con cuidado y ambos se dejaron caer en la orilla, mirando el cielo azul. El sol seguía brillando con fuerza, calentando sus rostros mientras el río seguía su curso, imperturbable.

—Elías —dijo Matteo en voz baja, mirando las nubes—. ¿Crees que Alexander vuelva?.

Elias giró su rostro hacia él, notando la seriedad en la pregunta. Aunque el mundo estaba lleno de incertidumbre, quería darle a Matteo algo de esperanza.

— No lo sé —respondió suavemente, acariciando el cabello mojado de su hijo—. Pero lo que sí sé es que, mientras estemos juntos, vamos a estar bien.

Matteo lo miró y, después de un momento, sonrió.

— Sí, creo que sí.

Matteo, ya más cansado por el juego, se recostó en las piernas de Elias, apoyando su cabeza en su pecho.

— Papá... —susurró, cerrando los ojos lentamente—. ¿Tú también extrañas mucho a Alexander?

Elias lo miró, su mano acariciando suavemente el cabello de Matteo. La pregunta lo tomó por sorpresa, pero no era algo que no hubiera pensado.

— Sí, mucho —admitió, mirando el horizonte—. Todos los días pienso en él. ¿Tú lo extrañas también?

Matteo asintió, aún con los ojos cerrados, apretando los labios un poco.

— Mucho... —murmuró—. Me gustaba cuando me cargaba en sus hombros y me hacía volar. Y cuando me contaba historias por la noche, antes de dormir. Era divertido...

Elias sonrió con ternura.

— A mí también me gustaban esas noches. El siempre sabía cómo hacer que todo pareciera menos... complicado —dijo, con una pequeña risa.

Young hearts: The Last Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora