Capitulo 4

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Narrador omnisciente

Eran alrededor de las 4:30 de la mañana. Sarah dormía en los brazos de Esteban, mientras Natalia estaba de muy mal humor porque Sarah no la dejó dormir. Esteban había despertado y comenzado a llevar a cabo el plan que realmente había motivado su visita al departamento de las chicas. Se levantó con cuidado para no despertar a Sarah, salió de la habitación en silencio y comenzó a buscar la computadora de Natalia. Sabía que los documentos que necesitaba probablemente estarían en esa computadora.

Al llegar a la cocina, vio la laptop sobre la mesa de la sala. Se acercó con cautela y empezó a buscar los planos de la empresa, horarios de trabajo, lista de empleados, pero lo que encontró fue mucho más importante: información sobre el paradero del padre de Natalia. Transfirió la información a su celular, borró la evidencia y la dejó tal como estaba en la mesa. Luego, se dirigió a la cocina, se sirvió agua de la jarra que estaba sobre la mesa y, en ese momento, alguien se aclaró la garganta. Al girarse, se encontró con Natalia.

—Sé que Sarah y vos van en serio, pero te agradecería mucho que te pusieras ropa al menos —dijo Natalia, mirando al chico que aún estaba en boxers.

—Sí, lo siento. No pensé que estarías despierta. Es decir, Sarah dijo que estarías durmiendo —se disculpó Esteban.

—Los escuché desde que entraron. Ustedes dos no conocen el concepto de entrar en silencio —dijo Natalia, abriendo la heladera. —Pero tranquilo, solo te pido que no andes semidesnudo en mi casa —añadió, sacando dos botellas de agua fría de la heladera. —Toma, esa que estaba sobre la mesada es agua natural y es de Sarah —dijo, tendiendo una botella.

—Gracias y perdón si te desperté cuando vine por agua —dijo él, abriendo la botella y bebiendo un buen trago.

—Como dije, los escuché desde que llegaron. Como no pude volver a dormir, estuve leyendo. Ni me di cuenta de que te habías levantado, me puse auriculares cuando entraron a la habitación y empezaron a hacer sus cosas —dijo Natalia, restándole importancia. Vio cómo el chico se sonrojaba. —Ay, por favor, somos grandes —añadió rodando los ojos.

—No sabía que te gustaba la literatura —dijo Esteban, intentando desviar el tema. —¿Qué leías? —fingió interés.

—Mi viejo me regaló la colección original de Harry Potter. Entonces eso —respondió, tomando un sorbo de su botella de agua. —Me hace extrañarlo menos.

—Ojalá mi padre me hubiera regalado algo que me gustara —dijo Esteban, fingiendo tristeza.

—¿Qué pasó con él? —preguntó Natalia, sentándose en la barra de la cocina.

—Sinceramente no lo sé. Mi mamá dijo que él se fue con otra mujer y la verdad nunca lo conocí —dijo él, agachando la cabeza. Natalia lo miró con comprensión.

—Tranquilo, las personas así no suman en nuestras vidas. Mi papá tampoco fue el mejor padre del mundo. Pasamos un par de años sin verlo y un día decidió ser un padre presente. Aunque nos costó, lo perdonamos. Como sea, estoy segura de que tu padre se va a arrepentir algún día, y ya queda en vos si perdonarlo o no. Si decidís tener una relación con él o no, mientras tanto esforzate para que, si algún día él vuelve, se sienta miserable por el hijo que dejó solo —dijo Natalia. Esteban levantó la mirada y meditó cada una de las palabras que ella le dijo.

—Gracias —dijo él, intentando abrazarla, pero Natalia se apartó.

—Mucha confianza —dijo, levantándose de la barra. —En primer lugar, seguís semidesnudo. En segundo lugar, apenas te conozco, y en tercero, deberías dormir. —El chico asintió, apenado. —Descansa, aunque te acuestes con Sarah, todavía trabajas para mí, así que mañana te quiero puntual y sin resaca en lo posible —Y sin más, se fue a su habitación.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora