Capitulo 53

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Pov Agustín

Lo mío con Esteban era personal. No quería que Sarah ni Neithan se metieran en esto, así que los estaba llevando a la casa de Neithan en cuanto vi que todo se había complicado.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Neithan, mirándome serio.

—Tenemos cuentas pendientes —respondí sin darle más detalles, pisando el acelerador. Llegamos rápido, y él se ocupó de ayudar a Sarah a bajar del auto.

—Cualquier cosa, llámame —dijo antes de que arrancara de nuevo.

Mientras manejaba, me pasaron por la cabeza un montón de recuerdos. No estaba seguro de si había sido Esteban el que chocó a Alisson, pero sabía bien que trabajaba para Héctor, y eso ya lo hacía parte de toda esta mierda. No iba a dejar que se fuera de rositas. Él iba a ser el primero, y después iría por el resto, uno por uno.

Llegué a mi casa, metí el auto en el garaje y bajé. Abrí el baúl; Esteban seguía inconsciente. Lo saqué del auto, lo llevé al sótano y lo senté en una silla, asegurándome de atarle bien las manos y las piernas. Le puse una mordaza y subí a buscar un whisky. Dejé una sola luz prendida en el sótano, apenas lo suficiente para que pudiera verme.

Volví, me acomodé en un sillón al fondo, donde las sombras me cubrían. Empecé a tomar despacio y encendí un habano que me había regalado mi viejo. Esteban empezó a moverse, y cuando noté que estaba abriendo los ojos, me paré y me acerqué.

—No intentes moverte, no vas a poder —dije en tono tranquilo, captando su atención—. Tampoco intentes gritar, nadie te va a escuchar.

Le saqué la mordaza y me miró con un odio que casi me hizo reír.

—La cosa es simple: yo pregunto y vos respondes. Si mentís... mejor que no lo hagas, porque no te va a gustar —le advertí, arrimando una silla y mirándolo fijo—. ¿Fuiste vos o Joaquín?

—No sé de qué hablas —contestó con tono desafiante.

Me acerqué, le puse una mano en el hombro.

—Vamos de nuevo... ¿Quién fue?

—Ya te dije que no sé de qué estás hablando —repitió, la voz algo menos segura.

—¿No sabes? Bueno.

Me puse una manopla y le di una trompada en el estómago. Apenas pudo soltar un quejido de dolor. Me quedé mirándolo.

—¿Ahora sabes? —lo miré fijo, en silencio. No respondió. Lo siguiente fue una trompada directa a la cara—. Y por favor, no mientas —agregué, dejándole ver mi celular con la cámaras de seguridad de la empresa—. Porque te tengo grabado.

Esteban parpadeó, tratando de enfocar, con una expresión de rabia que solo me dio más ganas de seguir. Justo cuando estaba preparando el siguiente golpe, el timbre sonó. Solté un bufido de frustración, subí la escalera y abrí la puerta. Ahí estaba mi viejo, con esa mirada mezcla de dureza y preocupación que siempre usaba cuando sabía que algo no andaba bien.

—Hijo —dijo, estudiándome, como si ya sospechara de todo.

—Viejo —respondí, intentando sonar tranquilo, pero supe que no le iba a ser fácil engañarlo.

Me observó unos segundos en silencio, cruzando el umbral sin pedir permiso.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, directo y con ese tono que era más una orden que una pregunta.

—Acabo de volver de la casa de Sarah —mentí, tratando de mantener el tono casual, pero él no dejó de mirarme fijo, ni por un segundo.

—¿Dónde está? —preguntó, con voz baja pero tensa.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora