Capitulo 18

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Pov Natalia

Iba de regreso a la celda, con Alex aún persiguiéndome.

—No sabes en el problema que te has metido —dijo Alex, con un tono tenso mientras seguía a mi lado. Ya me tenía harta todo esto—. Van a venir por ti ahora, desafiaste a una poderosa.

—No quiero ser mala onda ni nada, al contrario, me caes bien, pero no necesito una guardaespaldas. La verdad, me tienen harta y lo único que me importa en este momento es que me dejen en paz. No le debo nada ni a ellas ni a vos, así que si tanto me vas a cuestionar, podes irte. No necesito que me cuiden —solté con más enojo del que podía contener y entré a la celda, dejándola atrás.

Pasaron cuatro días. Aunque Alex se había alejado de mí, su presencia me perseguía y pude verla varias veces vigilándome de lejos. Las miradas de las demás presas me atravesaban, llenas de rencor. Cada susurro que llegaba a mis oídos era un recordatorio de la jerarquía violenta que reinaba en este lugar. Me sentía como un pez fuera del agua, ansiosa y expuesta.

Me encontraba en la biblioteca, era el único refugio que tenía acá adentro. Pero incluso allí, la tensión era desbordable. Intentaba perderme en las páginas de un libro, pero el peso de las miradas ajenas me aplastaba. La desaprobación de la bibliotecaria me hacía sentir como si estuviera rompiendo alguna regla no escrita, una intrusa en un mundo que se sentía cada vez más hostil.

—Señorita Collins —llamó una de las oficiales, sacándome de mis pensamientos. Levanté la mirada del libro—. Tiene visitas. Primero, guarde sus pertenencias; será soltada esta tarde. Llegaron los informes de balística y las cámaras de seguridad de su empresa, oficialmente es libre.

Una mezcla de alivio y nerviosismo me invadió al pensar en salir. Regresé a mi celda y ahí estaba Alex, sentada en mi cama.

—¿Te enteraste, no? —pregunté, guardando mis cosas. Ella solo asintió—. Quería disculparme. Fui una perra con vos cuando solo intentabas ayudarme.

—No pasa nada, sé que puedo ser agobiante a veces —respondió con una sonrisa triste, pero había un brillo de comprensión en sus ojos. Eso me hizo sentir un poco más ligera, como si la carga de mi enojo empezara a desvanecerse.

—¿Cuánto te queda de condena? —pregunté, curiosa, mientras la miraba.

—Tengo que conseguir un trabajo para que me den el tercer grado y una posibilidad de quedar libre —comentó, mirando por la ventana con una expresión distante.

—Te salvaste de que vengan por ti —dijo, y un nudo se formó en mi estómago.

—La verdad, no me importaba si venían por mí, pero me preocupas vos. ¿Vas a estar bien? —pregunté, sintiendo responsabilidad.

—Puede que me vengan a buscar a mí porque te protegía, pero no es nada del otro mundo —explicó, levantando la manga de su sudadera para mostrar una gran cicatriz.— Cuando entre me quisieron esclavizar, me negué y asumí las consecuencias.— Explico con un poco de gracia y tristeza  

Sentía una mezcla de culpa y una necesidad de protegerla. No podía dejar que la lastimaran, y menos después de todo lo que había hecho por mí.

—En ese caso... —Agarré un pedazo de papel. —Disculpe, oficial, ¿tiene una lapicera para prestarme? —La oficial, con una sonrisa amable, me extendió una lapicera, y anoté mi número en el papel—. Llama si necesitas algo. Con respecto a tu trabajo para el tercer grado, me serviría tener una consejera como vos dentro de mi empresa y también una asistente personal; mi hermano se casó con la que teníamos.

Alex soltó una risa, y por un momento, el peso de la situación se disipó. La amistad que creamos en tan poco tiempo me dio fuerzas.

—¿Qué? —preguntó, confundida cuando le extendí el encendedor que mi hermano me había obsequiado.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora