Capitulo 8

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Pov: Paula

Me acerqué a la camilla, aún sin poder aceptar la realidad. Ella no debería estar ahí. Su piel había perdido el brillo habitual; nunca la había visto tan silenciosa, ni siquiera cuando discutíamos. Un temor profundo me invadía al imaginar que podría no despertar. Ella era la medicina para mi alma, la razón para seguir adelante.

—Mi amor, sé que me escuchas. Por favor, no me dejes. Aún tenemos sueños por cumplir, metas por alcanzar. Perdón por las discusiones, por sentir que te apartaba. Prometo cambiar, prometo ser mejor. Haré cualquier cosa para verte despertar. Nunca he amado a nadie como te amo a ti. Nunca me he enamorado tanto como ahora. Dejé atrás a muchas personas solo para estar a tu lado, y no puedo soportar la idea de que nuestro último beso en el estacionamiento del restaurante haya sido un adiós. No quiero enfrentar la soledad. Siempre soñé con tener una historia de amor como la que tú me ofrecías —mi voz se quebró mientras tomaba su mano, acariciándola con ternura—. Por favor, despierta, mi vida.

Una enfermera entró en la sala.

—Señorita, el horario de visita termina en cinco minutos —dijo con voz suave, y Agustín entró detrás de ella.

—Sé que duele, pero ahora solo podemos esperar —dijo Agustín con una expresión seria, ocultando su dolor para no mostrarse vulnerable.

—Daría mi vida para que ella despierte —dije entre lágrimas, mientras Agustín colocaba una mano reconfortante sobre mi hombro.

—Tenemos que irnos, Pau —insistió Agustín, aún con la misma seriedad.

—No quiero, Agus. No puedo soportar la idea de dormir sin ella, de volver a casa y encontrar sus cosas allí —dije, y él me abrazó con fuerza.

—Lo sé —murmuró—. Yo tampoco puedo soportar que ella esté en esta situación. Por eso llamé a Alisson; está esperándonos en el auto. Esta noche te vas con nosotros, no podemos dejarte sola —dijo mientras intentaba calmar mi respiración agitada.

—Gracias —susurré antes de soltarme del abrazo, besé la frente de mi esposa—. Mañana volveré a verte, mi amor —dije, y salimos de la habitación. Antes de salir del hospital, Agustín me puso su abrigo sobre los hombros.

—Hace frío, cuñadita. Mientras ella está acá, yo me encargo de cuidarte —dijo, rodeando mis hombros con su brazo—. Se lo debo y ella haría lo mismo con Alisson.

Al llegar al auto, Alisson nos esperaba en el asiento del conductor. Agustín me hizo subir al frente con ella, y tan pronto como entré, me hundí en sus brazos.

—Ya está, tranquila —dijo, envolviéndome con su abrazo y acariciando mi espalda—. Déjalo salir.

La abracé durante unos diez minutos. Cuando ya estaba algo más calmada, Alisson comenzó a conducir, llevándonos a su casa. Al llegar, nos dirigimos a la sala, donde Agustín me trajo un vaso de agua.

—¿Estás más calmada? —preguntó mientras se sentaba a mi lado, dejándome en el medio de los dos.

—Gracias por no dejarme sola —dije, abrazándolos a ambos.

—No seríamos capaces de dejarte sola, Pau. Somos familia —dijo Alisson, acariciándome la espalda.

—Yo te veo como una hermanita menor. No me perdonaría dejarte sola —dijo Agustin, tomándome de la mano—. Además, siempre fuiste mi cómplice en todo, por ejemplo el intento fallido para pedirle matrimonio a Alisson, nuestras salidas de joda sin Natalia y mis escapes de la oficina para salir a comer —comentó, y solté una pequeña risa.

—Se enojaba mucho porque no la invitábamos —dije, con lágrimas aún en los ojos.

—Sí, y después no me hablaba durante días —dijo Agustín, riendo conmigo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora