Capitulo 27

94 8 0
                                    


Pov Narrador omnisciente

Alex regresó a su celda, con la mente atrapada en una tormenta entre la desesperación y la duda. Cada paso resonaba en el silencio, pesado como su angustia. Sabía que esos dos jóvenes ocultaban algo más que simples actos de caridad. Lo sentía, lo intuía.

—¿Debería llamar a Natalia? —pensó en voz alta, como si decirlo pudiera traerle algún alivio.

—No lo creo —respondió una voz áspera desde la puerta.

Alex levantó la mirada. Cuatro presas entraban en su celda, sus siluetas estaban oscurecidas por la tenue luz. Había una amenaza silenciosa en su manera de moverse, en el modo en que la observaban. La tensión se sentía densa, irrespirable.

—¿Qué tienen que ver ustedes con esto? —preguntó incrédula, intentando mantener la calma, aunque su pulso empezaba a acelerarse.

—Digamos que debemos unos favores —comentó una de ellas, tronándose los nudillos, como si el sonido fuera una advertencia.

Las cuatro mujeres comenzaron a rodearla, como lobos acorralando a su presa. Alex sintió el sudor frío recorriéndole la espalda. Pensó en gritar, pero las palabras murieron en su garganta.

—¿Aceptarás? —repitió una de ellas, tomando su rostro con una mano firme, obligándola a mirarla a los ojos. Su aliento era caliente, pero la mirada era helada. Alex guardó silencio, su cuerpo estaba paralizado entre el miedo y el desconcierto.

Hubiera querido decir algo. Hubiera querido defenderse. Pero ya era demasiado tarde.

El primer golpe la tomó desprevenida, luego otro, y otro más. Sentía su piel arder con cada impacto, hasta que la brutalidad de los golpes la sumergió en la oscuridad, el dolor fue borrándose y con él, su consciencia.


Pov Natalia

—Entonces... —Habló Luna, sacándome de mis pensamientos.

—Perdón, no te estaba escuchando —respondí, aún distraída, intentando sacudirme la incomodidad.

—Me di cuenta —dijo riendo—. ¿En qué pensabas?

Claramente no iba a decirle que estaba ofendida por haberle contado a James antes que a mí lo de su novio. El nudo en la garganta seguía ahí, pero lo disfrazaría con otra excusa.

—En la fiesta que quiere hacer James —dije, fingiendo interés.

—No es tan mala idea, pero debieron haberme llamado. James es un desastre organizando cosas —murmuró, frenando frente a una vidriera y mirando un vestido rojo. Luego me miró, buscando mi opinión con la mirada.

—La alfombra es roja. No te conviene —comenté, sabiendo lo que esperaba—. Pero podrías usarlo para otra ocasión —añadí, haciéndola sonreír. Entramos al local.

—Y sobre la fiesta... Sabemos que mi papá te tiene hasta el cuello de trabajo. No queríamos sobrecargarte más —admití, medio en serio y medio para calmar mi propio malestar. Luna era de las mejores agentes que tenía mi padre, había sido criada por mis padres después de la muerte de los señores Bianchi.

—Qué considerados —dijo, mientras hojeaba más vestidos. Levantó uno negro con un tajo atrevido, y vi cómo sus ojos brillaron.

—¿Puedo ayudarlas en algo? —una vendedora se acercó y nuestras miradas se desviaron hacia ella.

—El vestido rojo de la vidriera, por favor —dije, sonriendo a Luna, quien inmediatamente negó con la cabeza.

—Claro, señora, pero cuesta 10,000 dólares. Es de una diseñadora alemana —informó la vendedora con una sonrisa forzada.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora