Capitulo 59

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Pov Narrador omnisciente

Esteban no dejaba de moverse, como un animal atrapado en una jaula demasiado pequeña. Sus pasos resonaban en la habitación con un ritmo irregular, como el tamborileo frenético de un reloj al borde de explotar. Su rostro estaba pálido, perlado de sudor, y sus ojos inquietos se movían constantemente hacia la ventana, como si esperara que en cualquier momento aparecieran figuras sombrías al otro lado.

—¿Eres consciente de que van a buscarte? —preguntó por fin, con la voz cargada de angustia.

Héctor, sentado en una polvorienta silla de madera, se limitó a levantar la vista de los papeles desordenados sobre la mesa. Parecía completamente inmune al ambiente cargado que dominaba la habitación. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro mientras jugaba con una pluma en sus dedos, como si Esteban fuera una molestia menor.

—Claro que lo sabe —intervino una voz femenina desde la penumbra. El tono era frío, casi indiferente, pero había un filo peligroso en él, como el de un cuchillo recién afilado.

La mujer se movió apenas, lo suficiente para que la luz titilante de una lámpara revelara su rostro.

—Y eso que Natalia no sabe que sigo viva —añadió, sus labios se curvaron en una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

—¡Cállate! —espetó Héctor, girando la cabeza hacia ella con una mirada dura. La mujer se encogió de hombros, pero el brillo en sus ojos indicaba que había disfrutado del impacto de sus palabras.

Esteban se detuvo en seco y se giró hacia Héctor, su desesperación se comenzó a transformar en un desafío apenas contenido.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó, su voz se alzo ligeramente, como si la idea de no tener un plan fuera más aterradora que cualquier enemigo que estuviera en camino.

Héctor dejó caer la pluma sobre la mesa con un chasquido suave. Se levantó con lentitud, alisándose la camisa arrugada y soltando un suspiro cargado de paciencia fingida.

—Estamos del otro lado del mundo, Esteban. —Su tono era firme, como si hablara con un niño asustado—. Ellos no van a venir. Natalia no es tan idiota como para cruzar medio planeta por un capricho.

Antes de que pudiera terminar la frase, unos golpes secos y contundentes en la puerta rompieron el silencio como un disparo. Esteban dio un respingo, mientras su mirada iba del rostro de Héctor a la puerta, sus manos temblando ligeramente.

Héctor, en cambio, no mostró ni un atisbo de sorpresa.

—Adelante —dijo con calma, como si lo hubiera estado esperando.

La puerta se abrió lentamente, dejando entrar a una mujer que no parecía pertenecer al caos de esa habitación. Tenía alrededor de 28 años, el porte de alguien acostumbrado a caminar entre el peligro, y una mirada que irradiaba confianza, pero no calidez. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta alta, y el brillo metálico de un arma oculta en su cinturón captó la atención por un instante.

—¿Me llamaste? —preguntó, entrando con pasos firmes.

Héctor esbozó una sonrisa, extendiendo los brazos en un gesto que pretendía ser amistoso.

—Chiara, siempre es bueno volver a verte.

Ella no se molestó en devolverle la sonrisa. Sus ojos lo escrutaban con una mezcla de cautela y desdén.

—Me gustaría decir lo mismo, pero viniendo de ti, nunca son buenas noticias.

Pov Natalia

—¿Dónde está Luna? —pregunté, tratando de no sonar alarmada, pero la inquietud ya se notaba en mi tono.

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