Capitulo 41

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Pov Natalia

Manejaba a mil por hora hacia el aeropuerto, con el motor de mi auto rugía como un loco. Tenía que llegar cuanto antes con mi hermano. Sabía perfectamente lo que dolía perder a la mujer que más amas en la vida, pero no tenía ni idea de lo desgarrador que era perder a una hija que ni siquiera llegaste a conocer. Ese pensamiento me martillaba la cabeza, como un eco que no me dejaba en paz.

Scarlett me había acompañado hasta mi departamento, dispuesta a no dejarme sola en este momento crítico. Pero una vez que Luna llegó, le pedí a Richard y a un grupo de seguridad que la llevaran a casa. No quería que se metiera en este quilombo que se avecinaba.

Llegamos al aeropuerto, y cuando vi las puertas del avión abiertas, sentí que el tiempo se comprimía. Subimos corriendo, el bullicio del aeropuerto sonaba a lo lejos mientras mis pensamientos iban a mil por hora, haciendo malabares con mis emociones. La ansiedad me apretaba el pecho, y la necesidad de ver a Agustín se hacía cada vez más insoportable.

—Toma —dijo Luna, pasándome una botella de agua mientras se sentaba a mi lado. Su voz era como un respiro en medio de la tormenta que llevaba adentro.

—Gracias, Lu —le respondí, tomando un sorbo que apenas sentí. El agua bajaba por mi garganta, pero no lograba calmar la inquietud que me consumía.

Miré por la ventanilla, viendo cómo el paisaje se desdibujaba rápidamente. Me imaginaba a Agustín, hecho un lío, y me preguntaba si podría ayudarlo a llevar toda esa carga. La idea de que estuviera sufriendo solo me partía el alma.

—¿Qué pasa, Nat? —preguntó, rompiendo el silencio. Su preocupación se notaba en la mirada, y en ese momento, su apoyo significaba todo.

—No sé cómo va a reaccionar... —murmuré, sintiendo que la voz se me quebraba—. No puedo creer que esto esté pasando.— El peso en mi pecho era insoportable, una carga que no podía ignorar.

—Solo tenes que estar ahí para él —me dijo, su tono era cálido—. Eso es lo que más necesita ahora.

Asentí, aunque las dudas seguían asaltándome. La distancia que nos separaba de Agustín se sentía eterna, y la desesperación me carcomía por dentro.

El avión despegó, y mientras nos elevábamos, respiré hondo, tratando de juntar las fuerzas que necesitaba para lo que venía. Sabía que el camino por delante iba a ser durísimo, pero no podía fallarle a mi hermano. Tenía que ser su apoyo, su refugio en medio de esta tormenta. Si algo tenía claro era que no iba a permitir que cayera en el mismo pozo en el que caí yo.

La imagen de Agustín, ahogado en su dolor, me llenaba de angustia. No lo iba a dejar caer en el alcoholismo, no lo permitiría, así como él nunca me dejó a mí. Recordaba esas noches oscuras en las que él me sostenía cuando el peso de la vida se hacía insoportable, cuando el pasado amenazaba con arrastrarme a la oscuridad. No podía dejar que esa misma sombra lo atrapara a él.

Cada recuerdo de su apoyo y de su lucha por mantenerme a flote me llenaba de determinación. Esta vez, era mi turno de ser su faro, su fuerza en medio del temporal. La vida ya le había quitado demasiado. Tenía que encontrar la manera de que supiera que no estaba solo, de que juntos íbamos a enfrentar a esto. Prometí que no lo iba a dejar hundirse. No lo haría. No en mi guardia. Mi familia siempre seria mi prioridad, y yo iba a estar a su lado, cueste lo que cueste.

Pov narrador omnisciente

—Por favor, soltame, necesito verla —James había llegado corriendo donde su mejor amigo, que estaba completamente descontrolado, con los ojos enrojecidos y la cara empapada de lágrimas.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora