Capitulo 54

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Pov Narrador Omnisciente

Agustín no tenía idea de que lo estaban guiando directo a una trampa. Mientras conducía en silencio, concentrado en seguir las indicaciones que le daba Esteban, este último recibió un mensaje en su celular. Disimuló la gravedad de lo que leía, pero su ceño fruncido traicionó la creciente preocupación. El mensaje confirmaba que habían encontrado el camión vacío, abandonado en el medio de la nada. Ni Héctor, ni Joaquín, ni las mujeres que iban a bordo estaban por ningún lado. Algo estaba mal, muy mal. Esteban reaccionó rápido. Ordenó a sus hombres que fueran tras la madre de Natalia y Agustín.

—¿Todo bien? —preguntó Agustín, con los ojos fijos en la ruta.

—Sí, todo bajo control. Seguí derecho, falta poco —respondió, su tono era neutral, casi despreocupado, aunque sus dedos tamborileaban nerviosos sobre su rodilla.

Poco después, llegaron a una imponente mansión rodeada por altos muros y vigilada por cámaras de seguridad. Agustín apagó el motor y bajó del auto, desconfiado, pero decidido. Esteban lo guio hacia la entrada principal. No había tiempo para mirar alrededor; todo parecía cuidadosamente calculado. Sin embargo, la calma duró poco. Apenas cruzó la puerta, un grupo de al menos diez hombres armados lo rodeó, apuntándolo con precisión.

—¿Qué carajo es esto? —gruñó Agustín, tratando de mantener la calma mientras sus manos se apretaban en puños.

—¿Hay noticias de Héctor? —preguntó Esteban, ignorándolo por completo y dirigiéndose a uno de sus hombres, que parecía haber estado esperándolo.

—La chica Collins se lo llevó—respondió el otro, con un dejo de nerviosismo en la voz.

Esteban chasqueó la lengua, molesto.

—Bien, entonces vamos a apretar donde más duele —murmuró. Hizo un gesto, y dos hombres armados avanzaron hacia Agustín.

Antes de que pudiera reaccionar, lo inmovilizaron, torciéndole los brazos a la espalda y empujándolo hacia una escalera que llevaba a un sótano oscuro y húmedo. Agustín luchaba por soltarse, pero sus intentos eran inútiles. Cuando lo empujaron dentro del sótano y la luz tenue reveló lo que había en el lugar, su expresión cambió.

La furia que había llevado consigo durante el trayecto dio paso a un pánico frío y paralizante. Frente a él, encadenados y visiblemente maltratados, estaban su madre, Neithan y Sarah.

—¡Sarah! —su voz se quebró al ver el estado en el que estaba. Su rostro tenía hematomas, los labios partidos y apenas podía sostenerse.

Neithan no estaba mejor: tenía cortes profundos en los brazos y el rostro, y un ojo hinchado que apenas podía abrir. La madre de Agustín, aunque no estaba golpeada, estaba encorvada en un rincón, con la mirada perdida.

—¿Qué carajo les hicieron? —gruñó, intentando avanzar hacia ellos, pero los hombres lo empujaron de nuevo contra la pared.

—Ah, tranquilo, Agustín. Recién empieza el show —dijo Esteban con una sonrisa cínica, sacándose el saco con calma, como si se preparara para una larga conversación. Luego se volvió hacia sus hombres—. Asegúrense de que ninguno de ellos se mueva ni un milímetro. Tenemos cosas que discutir.

Agustín, con los ojos llenos de rabia y terror, miró a Esteban. Su mente trabajaba a mil, buscando una salida. Pero esta vez, las cartas estaban en manos del enemigo. Y el tiempo jugaba en su contra.

Pov Natalia

Después de una charla eterna con Joaquín, donde su soberbia me ponía los pelos de punta, decidí ir a ver a Héctor. Caminé por el pasillo, tratando de mantenerme tranquila, aunque por dentro estaba que hervía. Llegué a la puerta y lo vi: sentado como un perro herido, pero con esa mirada de siempre, cargada de odio.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora