Capitulo 5

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Pov Natalia

Los días habían pasado y las cosas habían mejorado desde la llegada de Pau. Sarah y Esteban seguían inmersos en su mundo de amor, y Esteban había comenzado a tratar mejor a las personas, incluyendo a Pau. Hoy era el último día en Nueva York. Era jueves y me encontraba desayunando por última vez en esta ciudad antes de dejar todo en manos de Sarah.

—Buenos días, preciosa —dijo Paula, abrazándome por detrás y dándome un beso en la mejilla.

—Buenos días, linda —respondí, disfrutando del abrazo y sintiendo su calidez—. ¿Qué haces despierta tan temprano?

—¿Creías que me quedaría en casa mientras tú te vas a trabajar? No me gusta quedarme sin hacer nada —dijo, recargándose en mi hombro.

—No es necesario que vengas. Podrías quedarte acá, relajarte y esperarme. Mañana volvemos a Los Ángeles —dije, mientras preparaba una tostada con mermelada y se la ofrecía a Pau—. Come algo, por favor.

—Es aburrido quedarme sin hacer nada. Prefiero acompañarte y pasar tiempo contigo —dijo, mordiendo la tostada.

—Buenos días, señoras —saludó Esteban, entrando en la cocina y Pau me miró con confusión, esperando una respuesta.

—Buenos días, Esteban. ¿Puedo saber qué haces en nuestro departamento? —pregunté, recibiendo un codazo de mi esposa.

—Lo que Natalia quiere decir es ¿a qué hora llegaste? —preguntó Pau, mirándome con una sonrisa, mientras yo intentaba mantener la compostura.

—Llegué como a las tres de la mañana. Sarah me pidió que viniera —dijo, sirviéndose una taza de café.

—Claro, Esteban, sentite libre de servirte café —dije con un toque de sarcasmo, recibiendo un pellizco de Pau, lo que me hizo sonreír. Ella sabía muy bien que Esteban no era mi favorito.

—¿Te apetecen unas tostadas? —ofreció Pau, acercándole el plato a Esteban, y yo no pude evitar reírme al ver cómo Pau intentaba suavizar la tensión.

—Buenos días, bellas personas —dijo Sarah, entrando a la cocina y abrazando a Esteban.

—Al menos ya sabemos de dónde venían esos ruidos de la madrugada —le susurré al oído a mi esposa, y ella se rió.

—¿Qué cuchichean? —preguntó Sarah, notando nuestras sonrisas.

—Cosas —respondió Pau, riendo.

—Perdón si mi presencia arruinó su desayuno de chicas —dijo Esteban, sentándose en la mesa.

—Tu presencia arruinó más que un simple desayuno —murmuré, y solo Pau logró escucharme.

—Bueno —dijo Pau, mirando la hora—. Ya es hora de irnos, amor —añadió, tratando de aligerar el ambiente.

—Sí, traten de llegar puntuales —dije, y me dirigí a la habitación a buscar un abrigo, seguida por Pau que me abrazó por la cintura.

—Podrías disimular un poco más tu desagrado hacia Esteban —susurró en mi oído y se me erizo la piel.

—Solo quiero irme. No entiendo por qué tengo que verlo también en casa. Yo no me olvido de cómo te trató —dije, volviéndome a alterar.

—Preciosa —dijo Pau, acorralándome suavemente contra el armario—. Es solo un niño. Si yo ya lo olvidé, tú también puedes hacerlo —dijo, mirándome con sus ojos suaves, se acercó a mí y eso siempre lograba calmarme.

—Bueno, supongo —dije, esbozando una sonrisa. Pau me besó en la mejilla.

—Sabía que funcionaría —dijo, sonriendo.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora