Pov Narrador omnisciente
Simón y Tom se sentaron a cenar en un restaurante discreto pero elegante, el tipo de lugar donde los camareros conocían el nombre de cada cliente habitual y el vino se servía con precisión casi ceremonial. Para cualquiera, podría parecer una simple cena familiar, pero para ellos, era una tregua implícita, una pausa en una relación que, aunque estaba forjada por el lazo de sangre, había estado marcada por las tensiones de dos vidas opuestas.
Simón, con su porte era impecable y su mirada era calculadora, había prosperado en el mundo de los negocios tecnológicos. Tom, por el contrario, con su postura relajada pero alerta, había construido su vida en el caos, dirigiendo una agencia de investigación internacional que le exigía enfrentarse a riesgos constantes. Para Simón, aquello rozaba lo irresponsable, especialmente porque su hijo, Jason, había decidido trabajar junto a su tío.
Pero esa noche no había espacio para reproches. Habían acordado dejar sus diferencias fuera del salón, al menos por unas horas.
—Así que—comenzó Simón con ese tono que solía usar para tantear el terreno—, ¿Cómo van las cosas con Helena?
Tom se recostó ligeramente en su silla, una sonrisa casi imperceptible asomando en sus labios.
—Van bien. No, mejor que bien. —Tom hizo una pausa, como si quisiera medir sus palabras antes de continuar—. Llevamos unos meses juntos otra vez, y esta vez siento que... funciona.
Simón levantó una ceja, intrigado.
—¿Y qué tienes en mente? —preguntó, dejando su copa de vino en la mesa con un movimiento pausado.
Tom, sin decir nada, metió la mano en el bolsillo interior de su saco y sacó una pequeña caja de terciopelo. La colocó sobre la mesa y, al abrirla, dejó que el anillo en su interior hablara por él.
—Voy a pedirle matrimonio. —La frase salió con una firmeza que no admitía dudas, pero los ojos de Tom, brillantes bajo la tenue luz del lugar, revelaban algo más: emoción contenida, quizás incluso un poco de nerviosismo.
Simón tomó el anillo para examinarlo, girándolo entre sus dedos como quien evalúa una joya no solo por su valor material, sino por lo que representa.
—Es un diseño clásico, sobrio. Elegante. Helena va a amarlo. —Le devolvió la caja y fijó su mirada en la de Tom—. ¿Y me lo cuentas a mí primero?
Tom sonrió de lado, un gesto casi arrogante que no podía ocultar el aprecio detrás.
—¿Quién más, si no es a ti?
—Supongo que es un privilegio ser el hermano gemelo —bromeó Simón, aunque su tono seguía siendo tranquilo, casi solemne—. Si necesitas algo, lo que sea, ya sabes dónde encontrarme.
Tom asintió, guardando la caja de nuevo en su saco.
—Gracias, Simón. Eso significa más de lo que creés.
Simón levantó su copa, un gesto pequeño pero cargado de intención.
—Por Helena. Y por ti.
Tom sonrió, alzando su propia copa.
—Por nosotros.
El choque de las copas resonó como un pacto silencioso entre los dos hermanos, una muestra de complicidad que pocas veces se veía entre ellos. La cena continuó, intercalada con anécdotas y recuerdos del pasado, mientras el vino fluía y las palabras parecían más ligeras. Por unas horas, el empresario y el investigador no eran más que dos hombres unidos, encontrando un raro momento de camaradería antes de que la vida volviera a exigirles enfrentarse a sus sombras.

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Lazos de Sangre
Science FictionEn esta historia se vera lo que es capaz de hacer una persona por rencor, venganza y por desamor. Natalia y Agustín son 2 hermanos que buscan vivir de lo que les apasiona hasta que empiezan a pasar sucesos de por medio que los van frena, Natalia per...