Capitulo 15

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Pov Natalia

Habían pasado varios días desde que salí del hospital. Alisson y Agustín habían regresado a su casa, pero venían todos los días a ver cómo estaba. Me encontraba cómoda en uno de los sillones de mi casa, con un buzo grande que le había robado a mi hermano, un joggin y mis pantuflas de conejito. La computadora descansaba sobre mis piernas mientras escuchaba el beat que me había enviado Agustín para una cantante que nos había contratado para producir su canción.

El aire estaba impregnado del dulce aroma a galletitas recién horneadas, un recordatorio del cariño mi suegra.

—Qué linda que te ves concentrada —comentó mi mujer, sentándose a mi lado. Puso su cabeza en mi hombro y me abrazó. Su cercanía me reconfortaba, pero también me hacía reflexionar sobre cuánto había extrañado momentos simples como este.

—Estoy horrible —respondí, sacándome un auricular.

—Sabes que no es verdad. Para mí, eres la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida —declaró, su voz cargada de sinceridad. Antes de que pudiera articular una respuesta, me dio un beso suave en la mejilla. —¿Quieres un té?

La miré, sintiendo cómo su mano se entrelazaba con la mía, una conexión que me llenaba de calidez. ¿Cómo podía ser tan dulce?

—Creo que voy a tener que golpearme la cabeza más seguido, porque estos mimos me están gustando —bromee, acercándome para robarle un beso en los labios.

—Tonta —sonrió, su risa suave como una melodía, y me dio un pequeño beso en la nariz. —Voy a hacerte el té. Mi mamá te volvió a hacer galletitas. Empiezo a pensar que te quiere más a ti que a mí.

—¿Qué te puedo decir? Soy encantadora —respondí, soltando una risa que reverberó en el aire mientras ella se dirigía a la cocina, dejándome con una sensación de felicidad que iluminaba el momento. Cada vez que Paula sonreía, el mundo se sentía un poco más brillante. Minutos después, regresó y dejó el té sobre la mesa con el vapor aún danzando en el aire.

—Gracias, mi amor —dije, cerrando la notebook y dejándola a un lado. Le agarré la mano y la jalé para que se sentara conmigo.

—No hay de qué—respondió, poniendo sus piernas sobre las mías mientras revisaba algo en su celular.

—Deja eso —le quité el teléfono, la abracé por la cintura y escondí mi cabeza en su cuello. Sentir su calor era como estar envuelta en una manta suave.

—Amor —susurro cuando sintió mi respiración en su cuello—, Se te va a enfriar el té. —Dijo acomodándose para que pudiera acercarme más y dejar pequeños besos en su piel.

—Si te preocupa el té, ¿por qué te acomodas para que llegue a tu cuello? —Respondí apartando el rostro para mirarla.

—Movimiento involuntario. —Paula se acercó a la mesita, tomó una galletita y la metió en mi boca.

—Sí, claro, involuntario —respondí mientras comía la galleta. La miré a los ojos, coloqué mi mano en una de sus piernas y apreté su muslo, lo que provocó que soltara un gran suspiro. Sonreí negando con la cabeza, subí un poco más la mano y ella abrió ligeramente las piernas—. ¿Ese también fue un movimiento involuntario? —dije con una sonrisa, observando cómo sus mejillas se teñían de un rosa más intenso de lo normal.

—Cállate y bésame —murmuro, subiendo a mi regazo, comenzando a besarme con desesperación. Metí mis manos bajo su espalda mientras ella sujetaba mi cuello, y mi respiración comenzaba a volverse pesada.

—Amor... —suspiré, y ella me miró a los ojos.

—Tú empezaste, ahora te aguantas —replicó, dejando un rastro de besos por mi cuello, su aliento cálido me provocaba escalofríos. Incliné mi cabeza hacia un lado, dándole espacio, pero justo en ese instante, la puerta se abrió de golpe.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora