Tom había pagado la cuenta y le dijo a Helena que lo esperara en el auto mientras él compraba unas cosas. Sin embargo, había visto una florería cercana y decidió comprar un ramo de azaleas. Regresó al vehículo, donde Helena estaba absorta en un libro.
—¿Qué lees? —preguntó Tom al entrar en el auto, sosteniendo el ramo con una sonrisa.
—¿Y esas flores? —respondió Helena con una curiosidad evidente.
—Yo pregunté primero —contradijo levantando una ceja.
—Se llama El extranjero —respondió, cerrando el libro y mirando a Tom—. Ahora respóndeme vos —añadió, centrándose en las flores.
Tom le ofreció el ramo con un gesto ceremonioso.
—Son para ti. Azaleas; según leí, representan esperanza —explicó mientras encendía el motor.
—¿Esperanza? —preguntó Helena, frunciendo el ceño.
—Tenemos muchos motivos para tener esperanza. El primero es que nuestra hija despierte pronto. El segundo es encontrar al infeliz que plantó las bombas —dijo Tom, sin apartar la vista de la carretera.
—¿Y el tercero? —preguntó Helena, mirándolo con intensidad.
—Poder convivir en paz esta noche sin sacarnos los ojos —respondió Tom, intentando romper la tensión con una risa ligera.
—Amén —respondió Helena, riendo con él. El resto del trayecto transcurrió en un silencio cómodo, pero lleno de pensamientos no dichos.
Al llegar al departamento, Tom se encerró para revisar las grabaciones de la cámara de seguridad, mientras Helena se dirigía a la cocina para hablar con Anabel, quien estaba limpiando. El sonido del ratón y el teclado resonaba en la habitación como un eco de su ansiedad. Tom pasó horas revisando las cámaras, su mente centrada en encontrar cualquier pista que pudiera llevarlo al responsable. Finalmente, algo llamó su atención.
—¡Helena! —la llamo desde donde el estaba.
—¿Qué pasa? ¿Qué encontraste? —preguntó acercándose con curiosidad.
—Mira esto — reprodujo el video. En la pantalla, una figura encapuchada entraba al depósito y salía cinco minutos después. Tom tomó una captura de pantalla, mostrando la imagen distorsionada a Helena—. Aunque la cara está borrosa, aquí está.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó sintiendo que el aire se volvía más denso.
—No es tan difícil cuando conoces a las personas adecuadas —respondió Tom, sacando el celular para llamar a alguien—. Hola, Charlie. Necesito un favor. Te voy a enviar una foto por email. Necesito que hagas reconocimiento facial y todo lo que puedas encontrar. Es urgente. Luego arreglamos eso. Gracias, amigo —dijo, cortando la llamada.
—No entiendo cómo no sos detective. Resolverías los casos en tiempo récord —bromeó Helena, aunque su sonrisa se desvaneció al notar la seriedad en el rostro de Tom.
—Porque si fuera detective, no podría defender a mi familia como quiero hacerlo —respondió Tom, mirándola con intensidad—. Sabes que no me llevo bien con lo legal —añadió
Helena lo observó con una mezcla de incredulidad y resignación surgiendo en su mirada.
—Y te casaste con una persona que estudió leyes —dijo Helena, con una sonrisa amarga, su voz estaba cargada de ironía.
Tom le devolvió la sonrisa, pero no era de alegría; era más bien una máscara que ocultaba sus verdaderos sentimientos. El silencio entre ellos se alargó, pesado, como un océano de palabras no dichas.
ESTÁS LEYENDO
Lazos de Sangre
Science FictionEn esta historia se vera lo que es capaz de hacer una persona por rencor, venganza y por desamor. Natalia y Agustín son 2 hermanos que buscan vivir de lo que les apasiona hasta que empiezan a pasar sucesos de por medio que los van frena, Natalia per...