Pov Natalia
No sabía a qué hora me había dormido, pero me desperté con un dolor de cuello insoportable. Seguía en el sillón en la misma posición de anoche. Bajé la mirada y ahí seguía Luna, profundamente dormida, acurrucada sobre mi regazo. Parecía tan tranquila que por un momento olvidé todo lo que había pasado. Miré la hora en mi celular: eran las 9:30 de la mañana.
Con cuidado, agarre uno de los almohadones y lo deslicé bajo su cabeza, asegurándome de no despertarla mientras me levantaba lentamente. Ella apenas se movió. Me dirigí a la cocina, intentando no hacer mucho ruido, y me puse a preparar el desayuno. Sabía que no había cenado anoche, y después de todo lo que había llorado, seguramente se levantaría con hambre.
Preparé café y un omelette con tocino. Desde que nos mudamos a Estados Unidos, habíamos adoptado la costumbre de desayunar algo más pesado. Aunque en lo personal, siempre prefería tomar mates, con cara de culo y algunas galletitas o algo tranqui. Pero hoy, hacerle el desayuno era mi forma de cuidar de ella. Sabía que ese pequeño gesto podía darle algo de normalidad.
Estaba tan concentrada en lo que hacía, escuchando el chisporroteo del tocino en la sartén, que no me di cuenta de que Luna había entrado a la cocina. Cuando me di vuelta, me llevé un re susto al verla de pie detrás de mí.
—Perdón, no quería interrumpirte. Esto no se ve a seguido —comentó con una sonrisa apagada, pero al menos era una sonrisa.
—Mi viejo hizo un buen trabajo —murmuré, refiriéndome a cómo había entrado sigilosamente—. Ni siquiera escuché cuando te levantaste. Toma, ya está listo —dije, acercándole el plato.
—En realidad, me desperté cuando pusiste el almohadón abajo mi cabeza —respondió, dándole un sorbo al café que le había servido. Su voz aún sonaba cansada, pero había algo de alivio en sus ojos.
—¿A qué hora tenemos que ir al aeropuerto? —preguntó mientras seguía comiendo, como si quisiera centrarse en la rutina para no pensar demasiado.
—Cuando estés lista, ya llamé al chofer del avión —respondí, sentándome en la mesa junto a ella—. Las entrevistas son mañana.
Cuando terminó de comer, se quedó con la taza entre las manos, mirando el café como si buscara algo en el fondo de la taza. Me incliné hacia adelante, deseando ofrecerle más que solo mi presencia.
—¿Dormiste bien? —pregunté, intentando que la conversación no sonara forzada, aunque la preocupación se filtraba en mi voz.
—Más o menos —respondió con una sonrisa ligera—. Lo suficiente.
Sabía que era una respuesta a medias, pero no quise presionar. Ella siempre sería quien decidiera cuándo abrirse del todo. Un silencio cargado de significado se instaló entre nosotras, como un espacio compartido donde las palabras no eran necesarias.
—¿Y vos? —preguntó mirándome.
—Digamos que bien —respondí, torciendo un poco el cuello, sintiendo un tirón de dolor. Mi voz sonó más alta de lo que pretendía.
Ella dejó la taza sobre la mesa y se puso detrás de mí, masajeando mi cuello. Su cercanía me parecía muy rara, ya que rara vez era así, pero el roce de sus yemas acariciando mi piel me puso relajaba. Sentí un escalofrío recorrerme.
Me levanté para juntar los platos, sintiendo su mirada fija sobre mí, casi como un peso en mis hombros. Cuando me giré para mirarla, vi un atisbo de algo en sus ojos. No era tristeza ni dolor; era algo más profundo, una mezcla de gratitud y agotamiento.
—¿Te ayudo con algo? —preguntó, rompiendo el silencio mientras se estiraba con torpeza, como si sus movimientos delataran su cansancio.
—Nah, está todo bajo control. Además, sos la invitada hoy —respondí con una sonrisa pequeña, queriendo aligerar el ambiente, aunque mi voz sonó más temblorosa de lo que pretendía.
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Lazos de Sangre
Science FictionEn esta historia se vera lo que es capaz de hacer una persona por rencor, venganza y por desamor. Natalia y Agustín son 2 hermanos que buscan vivir de lo que les apasiona hasta que empiezan a pasar sucesos de por medio que los van frena, Natalia per...