Capitulo 13

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Pov Agustín

La atmósfera del bar estaba cargada de murmullos y el sonido de la música de fondo creaba una tensión bastante densa.

—Ahora, ¿qué averiguaste? —pregunté, mientras el olor a vodka y el tintineo de los cubitos de hielo me distraían.

—Muchas cosas descubrí —respondió, sacando su celular—. Las explosiones no fueron un accidente.

Lo miré, confundido.

—¿Hubo más explosiones? —inquirí.

—La primera fue en el depósito, y hasta donde sé, las camisetas no explotan. La segunda fue en unas máquinas —añadió, tomando un shot, notando cómo mi nerviosismo crecía.

—¿Encontraste algo más? —le pregunté, sintiendo la presión en mi pecho y el asintió.

—Las cámaras filmaron al culpable, pero no se le veía la cara —dijo, mostrándome una foto en su teléfono.

—¿Entonces? —tomé un shot, sintiendo el ardor en la garganta.

—Llamé a Charlie, hizo el reconocimiento facial —continuó, mientras mi mente se aceleraba—. Esteban López, huérfano, madre muerta por cáncer, cero rastros del padre. Y Anabel, la ama de llaves de ustedes, es su abuela. No sabe nada de él desde hace años.

El peso de la información me abrumó. Tomé otro shot.

—Lo voy a hacer mierda —dije, levantándome de la silla, pero mi padre me agarró del brazo.

—¡Soltame! —pedí, recordando las noches en que Esteban había estado en mi casa.

—Siéntate, que no hemos terminado —dijo el, y obedecí, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de mí—. Tu madre quería sacarle información y destruirlo económicamente, pero eso podría ser peligroso.

—¿Entonces qué queres que haga? Pudo haber matado a alguien si la bomba explotaba cuando había gente —dije, tratando de calmarme, imaginando el caos que habría causado.

—Tenelo vigilado. Nos sirve de ventaja que él no sepa que sabemos que fue él. Así podrás tenerlo a la vista y dejarlo en una posición donde no puede operar con total libertad —sugirió, sirviendo otro shot.

Bebí, sintiendo cómo el alcohol ayudaba a sofocar mi ansiedad.

—Lo dejé entrar a mi casa, quién sabe si ha puso una bomba —dije, mirándolo, pero él estaba tan tranquilo, como si tuviera todo bajo control.

—Me encargué de poner un detector de bombas bajo tu mesa del comedor. Si hay una bomba, me manda una notificación con media hora de antelación —dijo, sonriendo—. Casi se llevan a mi hija; no iba a dejar que nada te pasara a ti o a tu hijo.

Dos meses después

—Pau, ¿me estás escuchando? —pregunté, preocupado por su mirada distante, que reflejaba una lucha interna.

—Lo siento, estaba pensando. Dime, ¿qué pasa? —respondió, acomodándose en la silla como si intentara salir de su propia burbuja.

—Sé que estás preocupada, pero necesito que prestes atención. La única razón por la que te dejé venir a ayudar en la discográfica fue porque no quiero dejarte sola, y me viene bien la ayuda. Además, sé que te sirve para distraerte —dije, revisando mi celular por noticias de Nat, con el corazón latiendo con fuerza.

—Lo siento, solo sigo con el miedo de que ella no despierte. Ya van tres meses; trato de concentrarme, pero... —iba a seguir hablando, pero la interrumpí.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora