Capitulo 45

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Pov Natalia

Nunca admitiría que extrañaba estas salidas familiares, pero la verdad era que sí. Después de que mis viejos se separaron, me la pasé noches llorando sin entender nada. Con 16 años, era un mambo pensar que la relación que admiraba tanto se venía abajo. Siempre había dicho que cuando me casara, quería un amor como el de ellos. Y hasta con Paula intentaba ser como papá era con mamá... bueno, hasta que todo se fue al carajo.

—Hija —dijo mamá, sacándome de mis pensamientos.

—¿Eh? ¿Qué pasó? —respondí, aterrizando de vuelta a la mesa.

—Ya disoció la tarada —se rió Agustín.

—Te preguntaba si vas a hacer algo especial para tu cumple —repitió mamá, mirándome con esa mezcla de interés y... preocupación.

—Pensaba hacer una cena tranqui, pero los chicos quieren tirar la casa por la ventana —expliqué, medio encogiéndome de hombros.

—Puedes hacer las dos cosas —saltó papá, siempre práctico.

—Mmm, no sé si da. Ustedes y mis amigos juntos... son medio, cómo decirlo, intensos —dije, y Agustín se tentó de risa.

—¿Intensos? Somos unos angelitos.

—Entonces, hagamos así: cena familiar hasta cierta hora, y después, libre albedrío y hagan lo que les plazca —propuse, mirando a Agustín, que sonrió como si ya hubiera ganado algo.

Llego la cuenta y, antes de que papá o Agustín reaccionaran, la agarré y le pasé mi tarjeta al mozo sin que pudieran ni verla. Se me quedaron mirando como si hubiera cometido un pecado.

—¿Qué miran? ¿Les gustó? —me hice la canchera.

—No me gusta que gastes en nosotros, nena —dijo papá, tan lindo el, siendo tan caballeoroso.

—Pa, tengo más plata de la que puedo gastar. Además, no me va a hacer nada mimarlos —dije, haciéndome la inocente.

—Hija tuya tenía que ser —le comentó mamá a papá, que se aguantó la risa.

Cuando volvió el mozo, le di 200 dólares de propina. Mamá y papá levantaron las cejas, y Agustín, orgulloso, me dio un golpecito en la espalda.

—¿Vos venís a casa conmigo? —le pregunté cuando salimos del restaurante.

—Eh, no, prefiero irme a mi cueva —dijo haciéndose el difícil.

—James dejo tu auto en mi casa, así que venís sí o sí —le dije, sacándole la lengua, y él puso los ojos en blanco.

—¿Quieren que los llevemos? —preguntó papá.

—Le mandé mensaje a Luna y ya está en camino —respondí, mientras Agustín y yo nos mirábamos cómplices.

Esa noche, entre las miradas de mis viejos y los comentarios cargados de sarcasmo de Agustín, me di cuenta de algo: a pesar de los años, las peleas y todo lo que cambió, seguíamos siendo familia. Y en el fondo, eso me seguía haciendo bien.

—¿Qué estás planeando? —preguntó mi hermano cuando nuestros padres se subieron a la camioneta.

—Les falta un empujoncito, nada más. Si esos dos tienen que aflojar con el orgullo, . Ya les dejé el pie, espero que Tom Collins no me falle —murmuré mientras veía mi auto acercarse al final de la cuadra.

Se estacionó frente a nosotros, y subimos.

—¿Cómo les fue con los divorciados? —preguntó Luna, mirándonos mientras arrancaba hacia casa.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora