Pov Natalia
El auto rugía mientras presionaba el acelerador, esquivando autos como podía. La bronca y la adrenalina me corrían por las venas, y lo único que tenía en la cabeza era llegar a mi casa antes de que Agustín lograra alcanzarme. Lo veía por el retrovisor, atrás mío, pero no llegaba a acercarse.
Apenas estacioné en la entrada, salí corriendo. Cerré la puerta de un portazo y subí las escaleras casi a los saltos. Mi cabeza iba a mil. Entré a mi pieza, abrí el ropero de un tirón y empecé a sacar ropa sin pensar demasiado. No tenía tiempo. Mi celular sonó justo en ese momento, vibrando en el bolsillo de mi campera. Al verlo, el nombre de Sarah apareció en la pantalla. Respiré hondo antes de contestar, tratando de sonar lo más normal posible.
—¿Sarita? ¿Qué pasa? —dije con la voz tranquila, o al menos lo intenté, mientras tiraba un par de cargos dentro de la valija abierta sobre la cama.
—Nat, ya se lo que pasó. Me llamó Agustín. —El tono de Sarah era todo menos tranquilo. Estaba agitada, preocupada—. ¿Qué vas a hacer?
—Irme lejos. —Contesté sin vueltas, mientras sacaba abrigos del perchero y los mandaba directo a la valija. Mi cabeza no paraba.
—¿A dónde? —preguntó, insistente, como si no pudiera procesar lo que estaba escuchando.
—Italia. Sarah, si te lo digo a vos es porque confío en que no vas a decir nada. —Mi voz sonaba apurada, desesperada. Cada segundo que perdía sentía que estaba más cerca de que todo se complicara.
Hubo un silencio del otro lado de la línea. Sabía que estaba procesando, pero antes de que pudiera contestar, la escuché hablar con ese tono tan característico de ella, firme y decidido.
—No voy a decir nada, quedate tranquila... pero porque no pienso dejarte ir sola.
Su respuesta me frenó en seco. Dejé de revolver la ropa y cerré los ojos.
—Sarah... no es necesario que... —empecé, pero me cortó en seco.
—¡No, Natalia! Vos podes hacerte la superada todo lo que quieras, pero no voy a dejar que te vayas sola.
Sabía que no había forma de hacerla cambiar de opinión. Sarah era más terca que yo.
—Tenes una hora para armar tus valijas. En un rato paso a buscarte. —Murmuré al final, resignada, antes de cortar la llamada.
El eco de unos pasos corriendo por las escaleras me puso en alerta. No hizo falta mirar: era Agustín. Sabía que venía con todo. La puerta de mi pieza se abrió de golpe, y ahí estaba él, con la respiración agitada y una mirada que transmitía preocupación.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, clavándome los ojos mientras veía la valija semi llena sobre la cama.
—Me estoy yendo —respondí sin mirarlo, siguiendo con lo mío. No tenía tiempo para explicaciones.
—¿Y a dónde te vas? —insistió, acercándose. Quiso agarrarme del brazo, pero me corrí antes de que pudiera hacerlo.
—A donde no pueda lastimar a nadie más —solté rápido, sin mirarlo, mientras tiraba un par de remeras más a la valija—. A donde Luna deje de ser un blanco para buscarme. A donde la gente que me importa deje de morirse por mi culpa.
—¡Natalia, pará un poco! —exclamó, poniéndose delante mío, como si quisiera frenarme con su sola presencia.
—¡No! —grité, finalmente enfrentándolo—. No voy a ir a Argentina con vos.
—¿Por qué no? —su tono cambió, como si estuviera buscando alguna respuesta que pudiera convencerlo.
Respiré profundo, tratando de no quebrarme. Lo miré directo a los ojos y dije con toda la calma que pude juntar:

ESTÁS LEYENDO
Lazos de Sangre
Science FictionEn esta historia se vera lo que es capaz de hacer una persona por rencor, venganza y por desamor. Natalia y Agustín son 2 hermanos que buscan vivir de lo que les apasiona hasta que empiezan a pasar sucesos de por medio que los van frena, Natalia per...