Tom salió del hospital y se dirigió a una de las camionetas de su equipo. Sin decirle nada a su hijo, su ex esposa ni a sus nueras, llamó a todos y partió hacia la granja de Oliver Parker. Al llegar, ordenó a su equipo rodear la casa. Se acercó a la puerta y golpeó con firmeza. Un hombre de unos 40 años abrió la puerta, apuntándole con una escopeta. Tom levantó las manos y le dedicó una sonrisa enigmática.
—¿Oliver Parker? —preguntó Tom con calma.
Oliver, con el arma aún apuntando a Tom, frunció el ceño.
—Es propiedad privada —respondió, sin bajarse del umbral.
—Disculpe las molestias, solo quería hablar de hombre a hombre. Parece que no estás dispuesto a hacerlo en este momento —dijo Tom, aún con la sonrisa en el rostro—. Tómate cinco minutos para prepararte; te esperaré aquí afuera. Respira tranquilo —añadió, bajando las escaleras del porche.
Pasaron los cinco minutos y Oliver no apareció. Tom se acercó a la puerta para volver a golpear, pero uno de sus hombres apareció.
—Señor —dijo Jason, arrastrando a Oliver—. Intentó escapar por la puerta de atrás —informó, dejando al hombre de rodillas frente a Tom.
—Qué tramposo, Oliver. Pero olvidé mencionarte que tenía la casa rodeada —dijo Tom, inclinándose a la altura de Oliver.
—Juro que lo de la chica fue un accidente —se excusó Oliver, temblando de miedo.
—¿Chica? ¿Te refieres a la que dejaste en coma en el hospital? Casualidad, ¿no? Es mi hija —mencionó Tom, la sonrisa en su rostro no se desvanecía.
—Fue un accidente —repitió Oliver, ahora completamente aterrorizado.
—Te di la oportunidad de hablar como hombres y nunca mencioné de qué se trataba, sólo tenía sospechas, y tú las confirmaste —dijo Tom, su voz tranquila—. Ahora, haremos esto por las malas —añadió, levantándose—. Llévenlo al granero —ordenó, mientras sus hombres arrastraban a Oliver hacia el granero. Lo sentaron en una silla y le quitaron la camisa.
—¿Sabes, Oliver? Podríamos haber evitado esto —dijo Tom, encendiendo un cigarro—. ¿Fumas? —preguntó, y Oliver negó—. En Italia solía disfrutar torturando mentirosos, pero tú pareces un tipo honesto, así que te doy otra oportunidad —dijo, sentándose frente a él mientras daba una calada al cigarro—. ¿Quién te mandó a ir tras mi hija? No es casualidad que justo mi hija haya tenido un "accidente", ¿o sí, Oliver? —preguntó, aun manteniendo su tono tranquilo mientras observaba el miedo en los ojos de Oliver.
—No, no, no sé de qué habla —tartamudeó Oliver.
—No tartamudees, no te haré nada —dijo Tom, mientras se ajustaba la corbata—. Vamos de nuevo. ¿Para quién trabajas? Y no me mientas —exigió.
—No trabajo para nadie, solo atendía una llamada y no pude frenar —intentó sonar tranquilo Oliver.
—¿Sabías que manejar con el celular en la mano es ilegal? —Recalcó Tom con una sonrisa, mientras daba otra calada al cigarro—. Deberías tener más cuidado, amigo —añadió.
—Lo siento, señor, pagaré por todos los gastos que tenga su hija — Y de verdad se estaba esforzando por mantenerse tranquilo.
—Tranquilo, sé que lo harás —Respondió con calma—. ¿Te gustan los juegos, Oliver? —preguntó con una sonrisa—. Porque yo amo los juegos —continuó, levantándose de la silla y acercándose a él—. Y tú me pareces un buen jugador. ¿Por qué no nos divertimos un poco? —dijo de manera simpática. Oliver asintió, pensando que se estaba salvando—. Jason —llamó a uno de sus hombres—. Trae los juguetes; vamos a divertirnos —ordenó, y el hombre asintió. Tom se volvió a sentar—. ¿Sabes qué es peor que un mentiroso, Oliver? —preguntó, y él negó con la cabeza—. Que le toquen los hijos a un hombre razonable como yo. Pero sé que sabes lo que se siente. Mataron a tus hijos a la salida del colegio porque su querido papi fue un buchón y quiso estafar al narcotraficante más peligroso de México, hace como 4 años—dijo, mirando a Oliver mientras daba otra calada al cigarro.
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Lazos de Sangre
Science FictionEn esta historia se vera lo que es capaz de hacer una persona por rencor, venganza y por desamor. Natalia y Agustín son 2 hermanos que buscan vivir de lo que les apasiona hasta que empiezan a pasar sucesos de por medio que los van frena, Natalia per...