Capitulo 22

122 8 5
                                    


Pov Agustín

—¿Qué pasó? —pregunté apenas entré al baño, con el corazón en la garganta tras la llamada urgente de Sarah. Al cruzar la puerta, me encontré con Natalia sumergida en la bañera, en su propio mundo. El agua apenas la cubría hasta la cintura y sus ojos empañados reflejaban una mezcla de confusión y diversión.

—Hermanito —exclamó entre sollozos, esbozando una sonrisa rota, el sonido de su voz rasgaba el aire—. Qué lindo que estás —agregó, mirándome como si no entendiera del todo dónde estaba. Un escalofrío me recorrió. No era ella, no era la Natalia que conocía.

—Se tomó una botella de whisky, tres de vodka y dos de ron —soltó Sarah de golpe, revolviendo entre la ropa, buscando algo seco para que se ponga. Había desesperación en su voz, pero se mantenía en control.

—¿En qué momento? —pregunté, incrédulo, sintiendo cómo el pánico se instalaba en mi pecho, pesado, abrumador. ¿Cómo había llegado a este punto sin que se dieran cuenta?

—No tenemos ni idea —respondió Luna, su voz  estaba llena de frustración mientras cruzaba los brazos. El ceño fruncido en su rostro hacía evidente su enojo—. Nos levantamos y ya estaba en la cocina así.

Natalia, ajena a la conversación, empezó a tararear una melodía incomprensible. —"En el ultra VIP tamo tirando facha" —canturreó, sus palabras arrastrándose mientras intentaba mover los brazos como si estuviera bailando. De pronto, perdió el equilibrio—. ¡Uepa! ¿Quién movió el piso? —preguntó con una risa vacía que me erizó la piel.

—No puede ir así —murmuré, más para mí que para ellas. La miré con una mezcla de miedo y tristeza, y algo dentro de mí se rompió al verla tan perdida, tan vulnerable. No sabía qué hacer, mi mente estaba nublada, atrapada en un torbellino de impotencia.

Luna, percibiendo mi desesperación, se acercó y me puso una mano firme en el hombro. —Tranquilo, vamos a dejarla lo más decente posible —dijo con una calma que, por un momento, me alivió. Pero su mirada cargaba la misma preocupación que yo sentía—. Hay que hacerla vomitar, eso puede ayudar.

—Yo ya estoy preparando café y agua, necesita hidratarse —agregó Sarah desde la habitación—. Le dejé ropa sobre la cama.

—Pensé que mi conversación con ella había cambiado algo —murmuró Luna mientras abría la ducha, sus palabras eran apenas audibles, pero lo suficiente para llegarme como un golpe de realidad que no quería aceptar. Luego me miró—. Por favor, salí, le tengo que sacar la ropa. Tengo que bañarla.

Asentí en silencio, incapaz de responder, y salí del baño. Bajé a la cocina con Sarah, pero mi cabeza seguía atrapada en las imágenes de Natalia, hundida en el alcohol. Cada minuto que pasaba se alargaba, estirándose como un castigo interminable.

—¿Y Alisson? —preguntó Sarah, cuando llegue a la cocina.

—Está con mi mamá —respondí de forma seca, sin querer entrar en detalles. Agarré una taza de café, sentía que mis manos temblaban, pero no me detuve. Tenía que subir de nuevo.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Luna salió del baño. Natalia la seguía con pasos lentos, la cabeza gacha, su rostro estaba marcado por profundas ojeras. Su piel pálida y sus ojos vacíos me hicieron sentir un nudo en la garganta. Estaba vestida con una camiseta negra y unos pantalones cargo, como si fuera una sombra de sí misma. Se sentó frente al escritorio, lleno de maquillajes desordenados, pero ni siquiera parecía notar mi presencia.

—Toma, gorda —murmuró Sarah con dulzura, acercándole una botella de agua. Su voz era suave, pero firme, cargada de la urgencia que todos sentíamos.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora