Capitulo 9

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Pov Agustín

Me desperté temprano, solo en la cama. Revisé mi celular con la esperanza de encontrar alguna novedad sobre mi hermana, pero no había nada. Me levanté, me metí en la ducha y me preparé para ir a la discográfica. Otra vez estaría solo por tiempo indefinido, pero alguien tenía que hacerse cargo. Al salir de la habitación, vi a mi esposa dormida en el sofá y a Pau al otro lado, tapada hasta la cabeza. Agarré una manta y cubrí a Alisson, dejándole un beso suave en la frente.

—¿Qué hora es? —murmuró ella, medio dormida, sin abrir los ojos del todo.

—Perdón, linda, no quería despertarte. Son las 7:30 de la mañana. Bajé a desayunar, tengo que ir a trabajar —respondí, acomodando la manta para que no tuviera frío.

—¿Quieres que te ayude, mi amor? —preguntó, abriendo los ojos apenas un poco, la preocupación marcando su voz.

—No, amor, quédate con Pau. Ella te necesita más que yo ahora —le dije, dándole otro beso en la frente antes de ir a la cocina.

—Eso es mentira. Nadie me necesita más que mi esposo —dijo, siguiéndome con la manta envuelta alrededor de su cuerpo, y poniendo sus manos frías en mi espalda. Sonreí, sin poder evitarlo.

—Voy a estar bien —murmure, mientras preparaba café—. Suban a la pieza, la cama es más cómoda que el sofá.

—Bueno, pero cualquier cosa me llamas. Sabes que puedo ayudarte —dijo, abrazándome con firmeza como si tuviera miedo a que desapareciera.

—Mi hermana mencionó que te pidiera que volvieras, pero lo mejor será mejor que esperemos a que Natalia se despierte. Mientras tanto, ayúdame a que Pau no se venga abajo —dije, ajustando la manta a su alrededor.

—¿Qué Pau qué? —interrumpió Paula, entrando a la cocina con los ojos medio cerrados.

—Que Paula y Alisson deberían subir a la pieza y seguir durmiendo en la cama. Es muy temprano —repliqué, mirándola mientras abrazaba a mi esposa.

—Quiero ir al hospital —Respondió soltando un bostezo.

—Es temprano, Pau. Más tarde llamó al chofer para que las lleve, pero ahora duerman un poco más —insistí, mirándolas a ambas.

—Está bien —dijo, dándome un pico rápido—. Mandón —añadió en tono juguetón, mientras se dirigía hacia la salida de la cocina.

—Que descansen —les dije antes de que salieran.

—Que te vaya bien a donde sea que vayas, cuñadito —gritó Paula desde las escaleras. No pude evitar sonreír.

Terminé de desayunar y me fui a la discográfica. Hoy tenía una reunión con los inversores de la marca de ropa y no podía llegar tarde, ni mucho menos faltar. Al llegar, me sorprendió ver a mi padre en la oficina.

—¿Papá? ¿Qué haces acá? —pregunté, dejando mis cosas en el escritorio.

—¿Así saludas a tu padre después de no verlo durante mucho tiempo, mocoso? Te limpiaba el culo de niño y ahora ni un hola —dijo con un tono serio, pero sus ojos delataban que no estaba enojado.

—Hola, viejo demacrado, tanto tiempo —Respondí, acercándome para darle un abrazo.

—Hola, piojoso —respondió al saludo, riendo.

—¿A qué hora llegaste? —pregunté, soltándome del abrazo.

—Hace como tres horas. ¿Me puedes explicar cómo es que mi hija tuvo un accidente y nadie me llamó para decírmelo? —reclamo, sentándose en el sillón.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora