Capitulo 58

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Pov Narrador Omnisciente

Después de la charla con su padre, Natalia tenía un nudo en el pecho que ni mil suspiros podían deshacer. Quería buscar a Agustín, saber cómo estaba, pero también sabía que a veces las palabras sobraban y el silencio era lo único que alcanzaba. Ella misma necesitaba su espacio, aunque no estaba segura de qué haría con él.

—¿A qué hora entregan el cuerpo? —preguntó, con la mirada fija en el piso, como si ahí estuvieran las respuestas.

—A las cuatro de la tarde, más o menos. —respondió Tom, poniéndose de pie con la pesadez de quien lleva años arrastrando culpas.

Natalia asintió, dando una última calada al cigarrillo de su padre antes de tirarlo al suelo y apagarlo con la punta del pie.

—Deberíamos descansar un poco. Vamos a mi casa. —dijo sin más, mientras salía. Tom no discutió; simplemente la siguió. Cada uno subió a su auto, y el camino hasta la casa de Natalia se hizo en un silencio que parecía eterno.

Cuando llegaron, Natalia fue directo a su habitación. Cerró la puerta detrás de ella y dejó escapar un suspiro que llevaba horas conteniendo. Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente le recorriera la piel. Quería que el agua se llevara todo: la tristeza, la culpa, la bronca, pero nada se movió. Salió del baño con el cuerpo limpio pero con el alma igual de pesada.

Al entrar a su habitación, se llevó una sorpresa: Luna estaba sentada en su cama, con un informe en las manos, esperándola.

—¿Cómo estás? —preguntó, dejando el papel sobre la mesa de luz y levantándose para acercarse a Natalia.

—Como puedo... —murmuró, rebuscando en el placard. Sacó una bermuda negra de jogging y una remera oversize del mismo color. Se cambió sin apuro, sin preocuparse por la presencia de Luna. Era como si la confianza entre ellas fuera lo único que seguía intacto.

Luna la observó en silencio un momento, y luego se acercó despacio, abrazándola por la espalda. Sus manos se deslizaron suavemente sobre los brazos de Natalia, buscando calmarla de la única manera que sabía.

—Tu padre me llamó. —murmuró, su voz era apenas un susurro contra su cuello. —Me pidió que me quedara acá. Él y Simón se encargan del velorio. Yo, en cambio, tengo otra tarea.

—¿Ah, sí? ¿Cuál? —preguntó Natalia, con un dejo de curiosidad.

—Encargarme de que te relajes un rato. —respondió, esbozando una leve sonrisa mientras apoyaba su barbilla en el hombro de Natalia.

Natalia soltó una risa seca, breve.

—¿Y cómo pensas hacer eso?

—Podríamos cocinar algo rico y mirar una película. —propuso, como si fuera un plan sencillo, pero con la seriedad de quien sabe que hasta los gestos más pequeños pueden ser importantes.

—No tengo ganas de cocinar. —respondió Natalia, casi quejándose como una nena malcriada.

—Sabía que ibas a decir eso. —dijo Luna, divertida. —Por eso pedí comida. También llamé a tu hermano. Está en camino, junto con los chicos.

Natalia la miró incrédula, alzando una ceja.

—¿En serio?

—Ya sé que preferirías estar sola, o a solas con Agustín, pero no vamos a dejarlos solos. No ahora. Ya cometieron el error de hacernos parte de esta familia, y ahora no nos vamos a ir ni aunque nos echen.

Natalia negó con la cabeza, dejando escapar una risa más sincera esta vez.

—No iba a decir nada... —murmuró finalmente, dejando el peine a un lado antes de acercarse a Luna. —Gracias.

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⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

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