Capitulo 32

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Pov Natalia

Me desperté con el cerebro latiéndome en las sienes, como si tuviera un DJ interno tocando música electrónica a las 8 de la mañana. Cada sonido era como un martillo sobre mi alma, y la luz que se colaba entre las cortinas me atravesaba los ojos como si el sol estuviera probando puntería. ¿Cuánto vodka tomé anoche? Imposible saberlo. ¿Cuánto me arrepentía? Igual de imposible calcularlo.

Intenté mover el cuerpo y descubrí que estaba hecha de plomo. O peor: de plomo y malas decisiones. ¿Qué había pasado anoche? Aparte de perder la dignidad. Tenía el vago recuerdo de estar bailando sobre una mesa y luego discutir con un árbol. O tal vez era un poste de luz. Daba igual. Era tarde para remordimientos, así que me arrastré al baño, sintiendo que llevaba una mochila llena de ladrillos atada a la espalda.

El agua fría de la ducha me golpeó como un balde de realidad. "Esto no está funcionando", pensé, mirando la canilla como si fuera su culpa. De todos modos, ya no olía a alcohol, así que eso era un avance. Por fuera al menos, por dentro seguía siendo una sopa humano.

No me sentía capaz de manejar sin estrellarme contra algo... probablemente algo estacionado, así que le pedí a Nicolás que me llevara. Durante el trayecto, iba con los ojos cerrados bajo mis lentes de sol e intentaba ignorar la guerra civil que tenía lugar dentro de mi cabeza.

Llegamos a la cafetería que frecuentaba con Paula, y el aroma a café fue como un desfibrilador directo a mi sistema nervioso. Pedí un café negro y la porción de torta de vainilla más grande que tuvieran, porque si iba a morir, quería hacerlo llena. Me senté en nuestra mesa habitual, mientras me acomodaba los lentes de sol. Si alguien me veía sin ellos, podría pensar que me había escapado de algún documental sobre pandas.

Cuando finalmente llegué a la discográfica, el caos ya había comenzado. Mi hermano y mis amigos estaban ahi, dispersos y ocupados, aunque solo James y yo éramos las víctimas visibles de la noche anterior. Los demás parecían haber pasado la noche bebiendo agua bendita.

—Parece que les pegó feo la salida entre semana —dijo Neithan con una sonrisa, apoyado en su escritorio.

—Qué observador. —James apenas pudo responder con su voz rasposa, como si hubiera tragado arena en lugar de vodka.

—Yo estoy joya —Respondió, estirándose como si fuera un atleta olímpico.

—Sí, sobre todo después de contarme los secretos de Luna —murmuré, dejándome caer en la silla. Mi cabeza golpeó en mis brazos cruzados sobre el escritorio como si el mundo entero me pesara más que la gravedad normal.

El silencio que siguió fue glorioso. Alcé la cabeza solo lo suficiente para ver sus caras. Las miradas de mis compañeros eran todo un poema, uno muy divertido. Lentamente me quité los lentes de sol.

—Ya sé que Luna está enamorada de mí. No disimulen —dije, con la mejor cara de "obvio, soy irresistible" que podía hacer con la resaca aplastándome.

—¿Quién fue el idiota? —preguntó Sarah, lanzando miradas asesinas a todos como si fuera Sherlock en una escena del crimen.

Neithan no dudó ni un milisegundo. Señaló a James con una rapidez que casi me hace dudar si estaba esperando este momento. James, con una sincronización impecable, apuntó a Neithan al mismo tiempo, como en una película de espías donde los traidores se descubren mutuamente.

—En mi defensa... —James levantó las manos como si lo estuvieran arrestando— me encerró en el auto y no me iba a dejar salir.

—Y en mi defensa... —Neithan frunció el ceño, claramente buscando desesperado una buena excusa— No me acuerdo —terminó, encogiéndose de hombros con un aire filosófico.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora