Capitulo 45: El Grupo de WhatsApp

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Carla siempre había sido reservada, así que cuando sus amigos la añadieron a un nuevo grupo de WhatsApp llamado La última llamada, pensó que sería una broma de esas pesadas que suelen hacerle. Sin embargo, lo que empezó como una simple curiosidad terminó convirtiéndose en su peor pesadilla.

El grupo solo tenía tres miembros: Carla, un contacto sin foto de perfil llamado "Anónimo" y alguien bajo el nombre de "Tú misma". No reconocía a nadie más en el grupo, y cuando intentó ver los números de los otros miembros, solo pudo ver códigos extraños e inusuales.

Anónimo envió el primer mensaje:

> “Sabemos lo que hiciste.”

Carla sintió un escalofrío, pero trató de ignorarlo pensando que era una broma. Sin embargo, al intentar salir del grupo, se encontró con un error: “No puedes abandonar este grupo.” Intentó de nuevo, pero cada vez que lo hacía, el mismo mensaje aparecía.

Tú misma envió otro mensaje:

> “¿Por qué no confiesas, Carla?”

Carla comenzó a responder, furiosa y asustada:

> “¿Quiénes son ustedes? ¡Déjenme en paz!”

Pasaron unos segundos antes de que los dos contactos respondieran al mismo tiempo:

> Anónimo: “Sabes que siempre lo llevas contigo.”

> Tú misma: “Mírate.”

Sintiendo un nudo en el estómago, Carla se dirigió al espejo. Todo parecía normal, pero había algo extraño en sus ojos, como si una sombra oscura habitara en ellos. Intentó calmarse, diciéndose que todo era una broma pesada, pero el teléfono vibró de nuevo. Era un audio de Anónimo.

Temblando, presionó el botón de reproducción. En la grabación se escuchaba su propia voz, pero no estaba hablando: estaba llorando. Era un llanto bajo y ahogado, como si hubiera sido grabado en un momento de desesperación. Era un sonido que jamás había escuchado de sí misma, pero en lo profundo sabía que era real.

Desesperada, Carla escribió en el grupo:

> “¿Qué quieren? ¿Por qué me están haciendo esto?”

> Anónimo: “Confiesa. Dinos la verdad.”

> Tú misma: “O sigue viviendo en la mentira.”

Carla cerró el chat, pero las notificaciones seguían apareciendo en la pantalla bloqueada, mensajes que decían lo mismo una y otra vez: “Confiesa, confiesa, confiesa…” Decidió borrar el grupo, pero cada vez que lo hacía, aparecía de nuevo.

Finalmente, Carla comenzó a recordar. Algo oscuro en su pasado, algo que había intentado olvidar. Sabía de qué hablaban: aquel accidente que había ocultado, una culpa que siempre había estado ahí, enterrada bajo capas de negación. Esa noche, había huido sin mirar atrás, sin saber si la persona involucrada había sobrevivido.

Tomó el teléfono y escribió, casi sin respirar:

> “Lo siento. Fue un accidente. No quería...”

El grupo se quedó en silencio por varios minutos. Entonces, Anónimo escribió:

> “Demasiado tarde.”

> Tú misma envió una última foto. Era una imagen borrosa, tomada de lejos, pero podía ver una figura en la penumbra, en la puerta de su casa, mirando hacia su ventana.

Carla giró lentamente, y en la oscuridad de su habitación, vio una figura familiar que avanzaba hacia ella.

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