En un pequeño pueblo enclavado ntre las montañas, donde la niebla nunca desaparecía y el aire siempre estaba impregnado de un misterio palpable, se hablaba de una leyenda: la del Padre de la Niebla. Nadie sabía con certeza si era real o solo un cuento contado por los ancianos para asustar a los niños, pero todos coincidían en que la niebla misma tenía algo oscuro, algo que nadie debía buscar.
El protagonista de nuestra historia, un joven llamado Elías, había crecido entre los susurros de esta leyenda. Su madre, una mujer sabia y reservada, le había contado historias sobre el Padre de la Niebla cuando era niño. Decía que la niebla no solo cubría el pueblo, sino que también era la morada de un ser antiguo, que había nacido de las primeras nieblas que cubrieron la tierra. Un ser que podía escuchar los pensamientos más oscuros de las personas y que, al sentir miedo o desesperación, las atraía hacia él, llevándolas a su reino de oscuridad y silencio.
Con el tiempo, Elías dejó de creer en estas historias. Se convenció de que eran solo leyendas contadas para mantener a los niños alejados de las montañas, pero algo dentro de él seguía intrigado. La niebla era espesa, casi palpable, y aunque las historias de su madre lo habían asustado, su deseo de desentrañar la verdad fue más fuerte.
Una noche, tras una larga jornada de trabajo en el pueblo, Elías decidió que ya no podía ignorar lo que tanto le había perturbado. Fue a la tienda de antigüedades de su madre y, en el fondo de la estantería más polvorienta, encontró un viejo libro encuadernado en cuero negro. No sabía que su madre lo guardaba, pero cuando lo abrió, encontró relatos sobre una criatura conocida como el Padre de la Niebla, cuya historia se remontaba a los inicios de la humanidad.
Según el libro, el Padre de la Niebla no era simplemente una figura mítica. Era una entidad real, nacida de la misma niebla que cubría las tierras. Se decía que cada vez que la niebla se espesaba y se deslizaba sobre el pueblo, el Padre de la Niebla despertaba, con su rostro cubierto por sombras y ojos que brillaban con una intensidad inquietante. Podía tomar cualquier forma que deseara, pero su esencia siempre era la misma: un ser sin alma que alimentaba su existencia del miedo humano.
Elías, armado con el libro y su determinación, se aventuró hacia las montañas, donde la niebla era más densa y pesada. La oscuridad de la noche se apoderó del paisaje mientras la niebla se cerraba a su alrededor como una manta sofocante. Cada paso que daba le sumergía más en el misterio, y a medida que se internaba más, comenzó a sentir una presencia. Algo lo observaba desde las sombras.
A lo lejos, en lo profundo de la niebla, apareció una figura. Su silueta era alta, delgada, con una capa flotante que parecía disolverse en la bruma. Elías se detuvo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. No pudo ver el rostro de la figura, pero algo en su interior le dijo que no debía acercarse más. La niebla lo rodeaba, lo absorbía, y la voz en su cabeza susurraba.
"Te he estado esperando, Elías."
El joven, aterrorizado, dio un paso atrás, pero la figura avanzó hacia él. No había escape. La niebla crecía más densa y opresiva. El Padre de la Niebla lo había encontrado.
"¿Qué quieres de mí?" gritó Elías, tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba. La niebla parecía engullir sus palabras antes de que pudieran llegar a los oídos de la figura.
El Padre de la Niebla se acercó, sus ojos brillaban con una intensidad cegadora, y su voz, un susurro profundo, resonó en la mente de Elías.
"Lo que quiero es lo que siempre he querido: alimentarme de tus temores. Todo lo que temes, todo lo que guardas en lo más profundo de tu alma. Y tú, joven Elías, eres mi próximo festín."
Elías intentó retroceder, pero la niebla lo atrapó, envolviéndolo por completo. Su respiración se hizo pesada, sus piernas temblaban y su mente comenzó a ceder. Recordó las palabras de su madre, las leyendas de la niebla, y entendió que ahora él era parte de esa historia. El Padre de la Niebla no solo se alimentaba de los miedos, sino que los devoraba, tomando forma de las peores pesadillas de sus víctimas.
Pero Elías no iba a rendirse tan fácilmente. Recordó algo que leyó en el libro: el Padre de la Niebla no podía sobrevivir sin la niebla misma. Era un ser condenado a la existencia siempre que la niebla persistiera, pero si se rompía el ciclo, si el miedo dejaba de alimentar la niebla, él desaparecería.
Con un esfuerzo desesperado, Elías cerró los ojos y se concentró, bloqueando los miedos que lo atormentaban. Recordó a su madre, a su pueblo, a todo lo que amaba. En ese momento, la niebla comenzó a disiparse, desvaneciéndose a medida que Elías rechazaba la presencia del miedo. La figura del Padre de la Niebla comenzó a desmoronarse, sus sombras se disiparon, y la entidad empezó a desvanecerse en la nada.
Con un último susurro de frustración, el Padre de la Niebla desapareció, dejando atrás un aire limpio y claro. Elías cayó al suelo, exhausto, pero sabía que había salvado a su pueblo. La niebla nunca más regresó, y la leyenda del Padre de la Niebla se convirtió en una historia más para contar a las futuras generaciones.
Sin embargo, Elías nunca olvidó lo que vivió esa noche. Sabía que el miedo, aunque derrotado, siempre acechaba en lo más profundo de las almas humanas. Y mientras viviera, él sería el guardián contra el regreso de la niebla, enfrentando, una y otra vez, los horrores que acechan en las sombras de la mente humana.
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muchas historias de terror.
Paranormalson muchas historias de terror en un solo libro, pero puede haber historias que se conecten. Pero recomiendo leer como lo he puesto