Capitulo 73: La muerte racista

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En una pequeña ciudad costera, donde las olas rompían con fuerza contra los acantilados y la niebla se deslizaba sobre el agua cada mañana, se encontraba un antiguo faro que había sido olvidado por muchos, pero no por todos. El faro tenía una historia oscura que sus habitantes preferían callar, aunque sabían de su maldición. A lo largo de los años, las personas que se acercaban demasiado al faro desaparecían, especialmente aquellos que venían de diferentes lugares, con colores de piel distintos o acentos raros. Nadie entendía por qué, pero el miedo se apoderó de la ciudad, y las voces de advertencia se fueron acallando con el tiempo.

Una noche de tormenta, un joven llamado Leo, recién llegado a la ciudad, decidió investigar el faro, convencido de que las supersticiones eran solo cuentos inventados por personas temerosas. Él era un estudiante de historia y había oído hablar de la figura de "La Muerte Racista", un ente que, según los rumores, habitaba en el faro. Nadie sabía exactamente cómo o por qué existía, pero se decía que la entidad alimentaba su odio hacia las personas que no pertenecían a su pueblo.

Leo, armado con una linterna y un cuaderno, se acercó al faro, sus pasos resonando en el camino empedrado. La puerta crujió cuando la empujó, y un aire pesado, cargado de algo indescriptible, lo envolvió. Subió las escaleras con lentitud, sintiendo cómo el ambiente se volvía cada vez más denso. Al llegar a la cima, miró a su alrededor, observando la ciudad desde lo alto. Pero algo no estaba bien.

Una sombra se materializó ante él, una figura alta y encapuchada, cuya presencia emanaba un odio palpable. Su rostro era invisible, pero una voz grave y retumbante resonó en su mente.

— ¿Qué haces aquí, extranjero? —dijo la voz.

Leo intentó mantenerse firme, pero el terror le helaba la sangre.

— Vine a investigar —respondió con voz temblorosa—. Quiero saber la verdad sobre lo que está pasando aquí.

La figura se acercó, su sombra alargándose sobre Leo. El aire se volvió más frío, y el viento comenzó a soplar con fuerza. La entidad lo miró desde la oscuridad, y por un momento, Leo sintió que su vida estaba siendo juzgada.

— La verdad es que aquellos que no pertenecen a este lugar... no son bienvenidos. Yo soy el guardián de este faro, y mi misión es eliminar a los que intentan desentrañar nuestros secretos.

Leo retrocedió, sintiendo que su cuerpo se congelaba. La sombra comenzó a transformarse, revelando una figura distorsionada que reflejaba las peores pesadillas de los que habían caído antes que él.

— Tú, como muchos otros, no deberías haber cruzado este umbral. La Muerte Racista ha sido la encargada de limpiar este lugar, deshaciéndose de aquellos que no deben estar aquí. Y tú... serás otro más en la larga lista.

Leo gritó, pero el sonido fue sofocado por la oscuridad. La sombra lo envolvió por completo, y en un instante, desapareció. Nadie lo vio nuevamente, y al amanecer, el faro volvió a ser lo que siempre había sido: un monumento al olvido.

La historia de "La Muerte Racista" siguió siendo solo un murmullo entre los más viejos, pero los nuevos habitantes, aquellos que se atrevían a ignorar las advertencias, pronto comprenderían que el odio no se limita a los seres humanos. A veces, la muerte misma guarda un resentimiento, una vieja historia de terror que no conoce fronteras. Y el faro, con su luz apagada, continuaba vigilante, esperando la próxima víctima que osara desafiar la oscuridad.

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