Capitulo 78:La Caída del Egoísta: El Destino de el en la Dimensión del Hadgot

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La Caída del Egoísta: El Destino del Egoísmo en la Dimensión del Hadgot

Había una vez un hombre cuyo corazón estaba completamente consumido por el egoísmo. Su vida estaba regida por la avaricia, la codicia y un deseo insaciable de poder. No tenía respeto por los demás ni por las consecuencias de sus acciones. Todo lo que hacía estaba motivado por su propio beneficio, y creía que nada podría detenerle en su búsqueda interminable de lo que quería. Nada, hasta que cruzó su camino con la Dama del Deseo Perdido.

La Dama, conocida por cumplir los deseos de aquellos que la encontraban, reconoció inmediatamente la oscuridad en el corazón de este hombre. Aunque muchos buscaban su ayuda por deseos altruistas, este hombre quería más: poder sobre todos, control total sobre su destino y el de los demás. Se acercó a ella con una propuesta tentadora, pero la Dama, astuta y sabia, sabía que no podía confiar en él. Sin embargo, en lugar de rechazarlo, decidió ofrecerle un trato: ella le concedería su deseo, pero con un precio.

El contrato era simple: a aquellos cuyo corazón estuviera marcado por el egoísmo y la codicia, los llevaría a la Dimensión del Hadgot, un lugar oscuro y desolado, gobernado por el ser conocido como Hadgot. En este mundo, las almas egoístas serían arrastradas a la oscuridad, donde nunca encontrarían paz ni redención. A cambio, aquellos con corazones puros serían protegidos por Hadgot, quien los cuidaría de los peligros de la dimensión.

El hombre, cegado por su propio deseo y egoísmo, aceptó el contrato sin pensarlo. Lo que no sabía era que este sería su final. La Dama del Deseo Perdido cumplió su palabra y lo condujo a la puerta de la dimensión del Hadgot. Al atravesarla, el hombre se encontró en un paisaje sombrío, donde la oscuridad parecía devorar todo a su alrededor.

La Dimensión del Hadgot era un lugar donde el tiempo y el espacio se doblaban, y las sombras se alzaban como entidades vivas, dispuestas a devorar todo lo que tocaban. El hombre intentó resistirse, pero pronto se dio cuenta de que no podía escapar. Las sombras lo rodeaban, lo observaban, y la sensación de ser acechado nunca lo abandonó. Pero, más que nada, sentía un profundo vacío. La Dama del Deseo Perdido le había advertido que el egoísmo lo consumiría, pero él no había escuchado.

A medida que pasaban los días, el hombre comenzó a pudrirse lentamente. No en el sentido físico, sino en el espiritual. Su alma, que ya estaba llena de oscuridad, se desmoronaba. Cada día que pasaba, perdía más de sí mismo, y su rostro se volvía más sombrío. Los ecos de la oscuridad del Hadgot le hablaban, recordándole su naturaleza, sus deseos egoístas, y el precio que había pagado por ellos.

El Hadgot, quien era el verdadero guardián de esa dimensión, observaba al hombre desde las sombras. Sabía que la Dama del Deseo Perdido lo había enviado allí como una lección. Los egoístas no merecían más que condena, y el Hadgot era el encargado de asegurarse de que aprendieran a través del sufrimiento. A pesar de sus intentos de rebelarse, el hombre no pudo evitar que la oscuridad lo absorbiera poco a poco. La oscuridad del Hadgot se convirtió en su hogar, y la tortura de su alma fue infinita.

El hombre, ya un ser casi irreconocible, se convirtió en El Sombrío, una entidad atrapada entre la humanidad y la oscuridad. Su deseo de venganza, nacido de su egoísmo, lo transformó. Se convirtió en el último guardián de la dimensión del Hadgot, un ser que, al igual que su creador, luchaba contra aquellos que intentaran desafiar la oscuridad o escapar de su destino.

Su misión era clara: aquellos que caían en su dimensión y deseaban escapar pagarían un precio aún mayor. El Sombrío no solo era una víctima de su propio egoísmo, sino también una advertencia viviente para aquellos que buscaban deshacer el equilibrio del mundo: "El egoísmo nunca queda impune."

Y aunque el Hadgot lo había dejado pudriéndose en su dimensión, la venganza del Sombrío solo estaba comenzando. Él no perdonaría a aquellos que intentaran invadir su mundo o desafiar la oscuridad, pero su destino estaba sellado, atrapado en un ciclo interminable de sufrimiento. Sin embargo, su deseo de venganza se mantenía vivo, y con cada alma que caía en la dimensión del Hadgot, su ira se avivaba, esperando que algún día, alguien enfrentara la oscuridad que él representaba.

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