EXTRA: LEJOS DE ELLA.

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Narrado por Alessandro

Frente a la ventana de mi oficina, observaba las luces de la ciudad parpadear en la distancia. Era irónico cómo algo tan brillante podía sentirse tan vacío. Por primera vez en años, me sentía... perdido. Como un barco sin rumbo, a la deriva. El peso de lo que había hecho me aplastaba. Sus palabras seguían resonando en mi mente, una y otra vez, como una canción rota que no podía apagar.

"Necesito sacarte de mi vida. Y si eso significa irme a la luna, lo haré."

Lo que jamás imaginé es que Juliana cumpliría esa promesa a cabalidad. Tres meses. Tres malditos meses en los que mi vida se había convertido en un infierno. Y lo peor de todo es que sabía que merecía cada segundo sin ella.

Soy un completo hijo de puta. Lo sé. Mi humanidad es más imperfecta de lo que jamás quise admitir. Mi plan... ¿a quién intento engañar? Ni siquiera tenía un plan. La dejé plantada en el aeropuerto como un cobarde. Ni siquiera tuve la decencia de responderle cuando me confesó sus sentimientos.

"Yo te amo, Alessandro. Me he enamorado de ti."

¿Cómo se supone que debía reaccionar a eso? En lugar de enfrentar mis emociones, huí como un idiota. Corrí a buscar respuestas con Andrea, a enfrentar un pasado que ya no tenía cabida en mi vida. Fui impulsivo, bruto, y reaccioné de la peor manera. Pero nada me preparó para verla aparecer en mi apartamento días después, con su mirada llena de dolor y decepción. El impacto de ese momento fue como una bofetada que aún resuena en mi alma.

Actuar por culpa y remordimiento me pasó factura. Tomé decisiones que ni yo mismo entendía. Decidí alejarla porque creía que eso era lo correcto. Cuando llegó al restaurante con su renuncia, busqué cualquier excusa para retenerla: amenazas, cláusulas de contrato... cualquier cosa para no perderla. Pero en el fondo, sabía que mi decisión ya estaba tomada. Andrea había regresado, y aunque mi mente decía que debía estar con ella, mi corazón y mi cuerpo gritaban el nombre de Juliana.

Juliana, que había derrumbado todos mis muros, que había llegado a lugares de mí que nadie más había tocado. Pero yo... yo la rompí. Maté todo lo que habíamos construido, y este es mi castigo.

Andrea ha intentado acercarse a mí en estos meses, pero no puedo corresponderle. Creí que era el amor de mi vida. Lo pensé durante años, incluso después de su abandono. Pero ahora... ahora todo ha cambiado. No puedo besarla sin que la imagen de Juliana invada mi mente. No puedo tocarla sin sentir que traiciono algo mucho más profundo, simplemente no puedo, algo más fuerte me frena. Andrea sabe que algo anda mal. Le conté quién era Juliana después de que ella se marchó de mi departamento. Pero incluso con la verdad expuesta, no logro verla como ella quiere.

El restaurante es un recordatorio constante de lo que he perdido. Todo me lleva a Juliana. La estación donde trabajaba, su voz riendo con los demás chefs, su aroma a coco que ahora parece un castigo divino. Una tarde encontré su diario de recetas. Ese que llevaba a todas partes, el mismo que llevó a Italia. Pasé horas hojeándolo, recordando cómo sus ojos brillaban mientras escribía en él. Me hacía sentir vivo... y ahora ese libro era todo lo que quedaba de ella.

He intentado contactarla. Correos, mensajes, llamadas... todo inútil. Estoy bloqueado por todas partes. Una vez, su madre respondió el teléfono. La reconocí por su voz firme, y antes de que pudiera decir algo, me cortó con frialdad.

Le pido por favor deje de llamar.

Esa noche destapé una botella de whiskey y me la terminé entera, pero ni el alcohol pudo ahogar la culpa que me consumía. Mi corazón estaba roto, pero era un dolor que me había ganado a pulso.

Unos días después de su renuncia, contraté a un investigador privado. Fue un acto desesperado, lo sé. Quería encontrarla, aunque me negaba a admitirlo incluso ante mí mismo. Cuando fui a su apartamento, las chicas con las que compartía piso me miraron como si fuera la peor escoria del planeta.

—No sabemos dónde está, y aunque lo supiéramos, no te lo diríamos. —Me espetaron antes de cerrarme la puerta en la cara.

Una vecina me reconoció y, con mirada de lástima, me dio la última pista que tendría.

—Se fue hace unos días. Con maletas. Parecía... destrozada.

Supe en ese momento que la había perdido. Que tal vez ya era demasiado tarde. Cuando recibí el informe del investigador, lo confirmé: Juliana había tomado un vuelo a su ciudad natal. No había más información, ni pistas, ni respuestas. Solo silencio.

Esa noche, con el informe arrugado en el suelo y la botella de whiskey vacía sobre el escritorio, sentí la desesperación apoderarse de mí. La rabia y la impotencia eran una mezcla tóxica que no sabía cómo manejar.

—¡No puede ser! —grité, golpeando la pared con tanta fuerza que sentí mis nudillos crujir.

Había perdido a la única mujer que realmente importaba. Y todo por mi maldito orgullo, por mi incapacidad de enfrentar mis propios miedos.

Me levanté del escritorio, tambaleándome. Miré por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad se volvían borrosas por las lágrimas que no quería admitir que tenía.

—Voy a encontrarte, leoncita —susurré al vacío—. No sé cómo, pero voy a encontrarte. Y esta vez, no voy a dejar que mi orgullo me detenga.

Con esas palabras, hice una promesa silenciosa. No sabía cuánto tiempo me tomaría, pero no iba a rendirme. No mientras mi corazón siguiera latiendo por ella.
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Queda claro que no hubo infidelidad materializada por parte de Alessandro. Actuó estúpidamente por una razón que descubriremos en el segundo libro. Sin embargo todo lo que hizo esta mal... como manejo todo e hirió a Juliana esta mal. Igual le toca pasar por un proceso de redención tremendo y a ver si es que Juliana lo perdona o lo olvida y se encuentra a otro papacito... quién sabe cualquier cosa puede pasar 🙃

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora