Nota: oír la música adjunta mientras leen 🥺.
Narrado por Juliana
El evento había sido un éxito. Alessandro y yo salimos del salón tomados de la mano, como si por fin estuviéramos sincronizados después de tanto caos. Pero el destino no tenía planes de dejarnos en paz. No todavía.
Fue como si el aire cambiara, como si una sombra helada cubriera todo. Ella apareció de la nada, chocando contra Alessandro. Primero fue la sorpresa, luego el reconocimiento. En sus ojos vi algo que nunca había visto antes: vulnerabilidad.
Andrea Bruce. Esa mujer que no necesitaba presentación. La reconocí al instante, como un golpe directo al estómago, porque había visto su rostro en la noticia de su compromiso con Alessandro. Era todo lo que yo no era: delgada, perfecta, elegante. Incluso en su fragilidad, parecía un cuadro diseñado para ser admirado.
Alessandro quedó paralizado, como si el tiempo se hubiera detenido para él. Mis dedos seguían entrelazados con los suyos, pero sentí cómo perdían fuerza, como si en ese instante yo hubiera dejado de existir.
—Alessandro —susurró ella, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz.
—Andrea... —respondió él, con una dureza que no lograba esconder el temblor en su mirada—. Qué coincidencia.
Ella sonrió, pero no era una sonrisa cualquiera. Era la sonrisa de alguien que sabía que tenía un poder sobre él que yo nunca podría entender. Sus ojos brillaban como si acabara de encenderse una esperanza que había estado apagada durante años.
—No es coincidencia —dijo ella, sin apartar los ojos de los suyos—. Tenemos que hablar. Por favor.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Sentí que el suelo se abría bajo mis pies, y aun así, permanecí inmóvil, como una espectadora de mi propia caída.
—No hay nada que hablar, Andrea —dijo Alessandro, pero su voz carecía de la firmeza que solía tener. Parecía quebrado.
—Por favor —insistió ella, tocando su brazo. Ese simple gesto hizo que soltara mi mano, como si yo ya no importara.
Y ahí supe que algo estaba a punto de romperse. Ellos parecían estar dentro de una burbuja, una conexión que yo nunca había visto en él, mientras yo me convertía en un fantasma a su lado.
De pronto, Alessandro la apartó con un movimiento decidido, retomando su postura firme.
—Adiós, Andrea.
Sin mirarme, volvió a tomar mi mano, esta vez con demasiada fuerza, como si intentara retener algo que sabía que estaba perdiendo. Caminamos hacia la salida en un silencio sepulcral. La tensión entre nosotros era tan palpable que apenas podía respirar.
Cuando subimos al taxi, ya no pude aguantar más.
—¿Vas a decirme qué demonios fue eso? —pregunté, con un filo en mi voz que no pude contener.
—No es nada. —Su respuesta fue cortante, casi robótica.
—¿Nada? —repetí, incrédula—. ¿En serio crees que voy a creerte esa mierda? Alessandro, vi cómo la miraste. Vi cómo ella te miró a ti.
Él apretó la mandíbula, mirando hacia el frente como si yo no estuviera allí.
El taxi avanzaba, pero a mitad del camino, Alessandro golpeó el asiento delantero con un movimiento brusco.
—Deténgase aquí —ordenó al conductor.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, con el pánico apoderándose de mi voz.
Salió del auto y fui tras él, aunque algo en mí me decía que no lo hiciera. Fuera del taxi, su rostro era un mapa de emociones contradictorias: ira, confusión, desesperación.
—Sube al taxi, Juliana. Ve al aeropuerto. Espérame ahí.
—¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —grité, mi voz temblando de rabia y miedo—. ¿Qué demonios vas a hacer?
—Voy a verla —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo—. Necesito respuestas.
Sentí que algo dentro de mí se rompía. No podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Respuestas? ¿A qué? ¿A qué, Alessandro? —exclamé, dando un paso hacia él—. ¿Qué puede decirte ella que no sepas ya?
—Esto no tiene nada que ver contigo, Juliana. Necesito cerrar este maldito ciclo.
Esa frase fue el golpe final. Mi garganta se cerró, y sentí las lágrimas amenazando con caer. Pero no me importó. Necesitaba decirlo. Necesitaba que supiera lo que estaba a punto de perder.
—¿Y nosotros qué? —Mi voz se quebró, pero no me detuve—. ¿Qué hay de lo que hemos construido? ¿Qué hay de mí? ¿No soy suficiente para que sigas adelante?
Él se giró hacia mí, y por primera vez, sus ojos reflejaban algo más que ira. Reflejaban dolor. Pero eso no bastaba.
—Juliana...
—No, cállate. Déjame hablar. —Mi voz salió cargada de una fuerza que ni siquiera sabía que tenía—. No quiero que vayas. No quiero que lo hagas porque... porque... porque yo te amo, Alessandro. Me he enamorado de ti.
Lo dije. Lo grité. Y con esas palabras, sentí cómo el suelo se desmoronaba bajo mis pies.
—Te amo, maldita sea. Y no quiero verte romperte por alguien que ni siquiera tuvo el valor de quedarse a luchar por ti.
Él quedó en silencio, mirándome como si yo acabara de golpearlo. Sus labios se movieron, pero no salió ninguna palabra.
—¿Eso es todo? —pregunté, con las lágrimas corriendo por mi rostro—. ¿Ni siquiera eso puede detenerte?
Alessandro apretó los puños, su mirada endureciéndose de nuevo.
—Sube al taxi, Juliana. Espérame en el aeropuerto.
Y sin decir más, cruzó la calle y tomó otro taxi. Lo vi marcharse, cada paso suyo alejándome un poco más de él, de lo que éramos, de lo que pudimos ser.
El aeropuerto era un vacío tan grande como el que sentía en mi pecho. Pasaron horas. Llamé. No contestó. Escribí. Silencio. Cuando anunciaron el vuelo, supe la verdad: nunca fui su prioridad. Solo una sombra frente al fantasma de su pasado.
Subí al avión sola, y mientras despegábamos, dejé que las lágrimas fluyeran. Porque entendí que no lo había perdido. Alessandro nunca fue realmente mío. Y ahora, nunca lo sería.
🥺 ¿que harías en la posición de Juliana? 💔
Mi chica no merece esto 😔.Gracias por leer ❤️ puedes votar ⭐️ para impulsar esta historia.
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef brillante con un ingenio tan afilado como sus cuchillos, pisa el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, no imagina que está a punto de enfrentarse a su desafío más grande. Alessandro, el chef italiano cuya perfe...